Un breve paso se dio en 1996, cuando Adrián y Elena Boboc llegaron por primera vez. “Nos ofrecieron un proyecto en esa oportunidad, pe ro vimos que no era dirigido para atletas del pueblo”, re cuerda Adrián, en su casa de habitación.
MUY ESTRICTO
Nació en la ciudad de Buzau, Rumanía, y creció bajo las normas del comunismo que rigieron en ese país hasta 1989. Adrián se formó como deportista, gracias a la in fluencia de su padre, Petrica Boboc, quien fue boxeador y eventualmente practicó la gimnasia.
Adrián se considera disciplinado gracias al comunismo, pero también combina sus principios religiosos, que están basados en la iglesia ortodoxa.
En 1978, una lesión en el hombro lo alejó de la posibilidad de participar en unos Juegos Olímpicos, por lo que se dedicó a estudiar para ser entrenador. “Un mal movimiento en las argollas me causó una lesión que me alejó seis meses y después ya no fui el mismo”, reconoce.
En 1986 se convirtió en uno de los entrenadores del Dynamo de Bucarest, un club dedicado a los deportes y uno de los más importantes de Rumanía, en especial en la gimnasia y el futbol. Fue ahí cuando conoció a Elena y se enamoran.
Ahora, 27 años después, en su casa, la sala es una clara muestra de su interés por la gimnasia, en la que recalca que “volvería a practicar la gimnasia si volviera a nacer”.
Cuadros con fotografías y reconocimientos recibidos por sus aportes a este deporte en nuestro país ocupan casi todos los espacios. Paredes, mesas, calendarios, videos. Todo es de gimnasia.
Sus inicios
Desde los 7 años Adrián fue llevado por su padre a la gimnasia. Practicó deportes como el futbol, patinaje y otros juegos que sus amigos realizaron, pero su interés fue siempre la gimnasia.
¿Cómo empieza su vida en la gimnasia?
En 1967 mis papás pensaron en llevarme a practicar ese deporte en el mejor club de la ciudad de origen. Creo que por las raíces deportivas de mi papá tengo el talento para hacer ese de porte; desde el primer momento me gustó. Mis padres tal vez pensaron que sería un pasatiempo, pero a mí me gustó y poco a poco subí mi nivel. Mi vida se convirtió en hacer gimnasia de alto rendimiento.
Por mis resultados fui preseleccionado juvenil de Rumanía. Empecé a tener actividades, como campamentos con los mejores entrenadores del país, fue un período muy bueno. Me gustaba mucho leer en mis tiem pos libres, me dediqué a la lectura. En casa llegamos a tener una biblioteca de mil libros.
En la niñez, ¿qué hacía en su tiempo libre?
Jugaba en la calle futbol con mis amigos, todo lo que hace un varón en la calle. Generalmente hacíamos juegos con pelota, me gustó el tenis de campo. Prácticamente mi papá, como fue profesor de educación física, sabía de todos los deportes. Así aprendí a patinar sobre hielo; todo el tiempo estaba ocupado. No me gustaban las fiestas, eso me lo reservé para cuando ya estaba grande.
¿Cómo era la vida en casa?
Todo estaba entre las tareas. Me gustaba mucho leer, creo que eso fue una herencia de mi mamá. Cada día compraba libros y así llegamos con los años a tener mil libros en la biblioteca en la casa. Mi hermana se dedicó a las leyes después y leíamos mucho.
¿Cómo se sintió al no sobresalir como deportista?
Por algo pasó. Eso me fortaleció, me dio la idea de ser entrenador y de lograr lo que no pude como atleta. Hay ese refugio para un deportista que por algunos motivos no logra resultados importantes, pero como entrenador se cumple con los sueños.
¿Según usted ha evolucio nado la gimnasia?
Prácticamente si miramos como se hacía antes de 1976 y cómo se hace ahora, ha evolucionado. Hay una diferencia muy grande, el nivel de dificultad de las atletas creció demasiado, el riesgo es máximo, es considerado como un deporte extremo, por su puesto en paralelo al crecimiento y la tecnología también ayudó en el mejoramiento de los aparatos.
¿Cómo lo influenció usted el comunismo?
Por sus tres pilares, lo importante fue una muy buena educación. El deporte se hizo en condiciones óptimas por que era lo que buscaban asegurar, pero claro que hay cosas que fueron buenas y malas. No puedo decir que me sentía muy bien, ya que me sentía como encerrado en una jaula, y eso afectaba mucho, es algo normal que el ser humano se afecte así.
¿Cambió su vida con la caída del comunismo?
En primer lugar, sentirse libre es algo importante, desde todos los puntos de vista. La democracia trajo la posibilidad de reafirmarme como entrenador. Dentro del comunismo todo se tenía que hacer por contactos, los nombramientos se daban bajo ese criterio.
En el momento que llegó la democracia, otros que esperábamos la oportunidad, pudimos acceder a las selecciones de nuestro país.