Marcas reales se confunden con las falsas, bastante bien imitadas; hay más camisas que hombres y más calcetines que esperanzas. Ni siquiera sabemos si somos fantasmas que vagan castigados por injusticias ajenas. Nos aturde el silencio y por eso salimos, para ver que no corremos solos.
Ciudad, corazón desnutrido: detrás de tus edificios, de tus rótulos, tus vitrinas y tus colas para pagar en la caja están los que se murieron sin ver el país distinto, los que prometieron, o se comprometieron —¿acaso no es lo mismo?— uno tras otro, a modificar este destino. En fila se han sucedido, así como las modas y los pantalones de estreno que terminan raídos. Ciudad, corazón de alarido, te deseo una Feliz Navidad.