Otra estadística que avergüenza

Desde 2007, cuando las expatriaciones alcanzaban las 23 mil 62, la cifra no ha parado de crecer en forma sostenida y con las deportaciones que se registraron ayer se superan con creces los porcentajes que inicialmente alcanzaban un 10 por ciento, para situarse ahora en un 25 por ciento, solo comparado con el año anterior, cuando fueron deportados de aquel país 40 mil 647, pero que se duplica con suficiente ventaja cuando se confronta con el dato de hace seis años, cuando se empezó a llevar un registro solamente de guatemaltecos.

Solo si sumamos las expatriaciones de los últimos tres años se obtiene la incomprensible cantidad de casi 120 mil guatemaltecos expulsados de Estados Unidos, y esto obedece al endurecimiento de las políticas migratorias, desde que Barack Obama asumió la presidencia de ese país y también la rigidez en la legislación que impulsó el Partido Republicano, cuyos representantes se han convertido en los más reacios a discutir una reforma migratoria que legalice a millones de indocumentados.

Tampoco debe dejar de mencionarse que paralelamente al endurecimiento de las medidas migratorias ha crecido un vergonzoso negocio en aquel país que vive de las capturas y reclusión de los indocumentados, como recientemente denunciaron algunos medios de comunicación estadounidense, en los que se demostraba cómo la privatización de las cárceles y de la alimentación se habían convertido en un jugoso ingreso para muchas empresas que obtenían rentables beneficios de la construcción de cárceles para alquilar y recluir a quienes no poseían documentos legales.

A ambos lados de la frontera, la migración de guatemaltecos siempre ha sido un negocio que mueve miles de millones de dólares al año, ya que la pesadilla empieza aquí, cuando quien aspira a escapar de la miseria termina endeudándose de manera incomprensible con usureros que se quedan hasta con el último de sus bienes a cambio de un puñado de quetzales, todo lo cual se complica cuando la búsqueda de un sueño se convierte en una horrenda pesadilla cuando son deportados, porque deben encarar un panorama adverso en su propia patria.

No deja de ser patético que ante un drama de tal impacto exista tanta incapacidad de los políticos que parecen estar ajenos a un drama que afecta a millones de personas y sin que se vislumbren acciones para buscar soluciones que sean de beneficio para ambas naciones, sobre todo cuando el origen del problema es la sana intención de cambiar, aunque sea en mínima parte, las paupérrimas condiciones de vida que los condenan a niveles de pobreza intolerables y ante los cuales se clama por una reforma.

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