“Tenemos mucho que nos une. Debemos hacernos responsables por el presente para poder dejar un mejor futuro a ese 70 por ciento de población joven”, dice.
¿Cómo está la competencia en el campo que trabaja Xumak?
Es mucha, demasiada. Tenemos empresas como Barnes&Noble, Audi, y otras del top 500 mundial que quieren la excelencia en sus sitios web y sus sistemas de comunicación global. La ventaja para nosotros en Xumak es la experiencia y el prestigio, porque empezamos en 2004 a trabajar con este programa, mientras otros empezaron en 2009 o 2010.
¿Cuál considera que es la clave de su éxito?
Cada empleado que se contrata no basta que diga que es bueno: debe demostrarlo. Es un proceso muy riguroso, con entrevistas, pruebas de inteligencia y hasta me fijo en la puntualidad. Si alguien llega tarde a una entrevista, no es para Xumak. La “hora chapina” que le dicen, no sirve en otros países.
Una vez dentro, tenemos cuatro valores: pasión por lo que se hace, afán de cambio constante; servicio, no solo a la empresa sino a la comunidad, al país, para tener siempre los pies en la tierra, y la última, excelencia. Cuando esta se alcanza, lo que toca es empezar de nuevo con la pasión. En tecnología esto es clave, porque si te acomodas, en seis meses estás fuera de onda, obsoleto.
¿Por qué decidió establecer Xumak en Guatemala?
A raíz de la crisis económica del 2008 en EE. UU. tuvimos la opción de mover operaciones a India, pero contra todos los consejos decidí poner una base en Guatemala, porque es mi país y me interesa aportar a que tenga un mejor futuro. El país tiene una ubicación estratégica y queremos contribuir a formar más mano de obra calificada.
Dentro de ese aporte también figura la educación de niños. ¿Cómo avanza este proyecto?
En Xumak hacemos jornadas sociales y donamos computadoras, pero también nos planteamos ¿porqué no hacer un sistema operativo educativo gratuito para las escuelas? Fue así como, a través de la organización Edulibre, canalizamos estos programas, que básicamente ayudan en Matemática, que es una disciplina clave para el desarrollo. Para 2015, Funsepa nos ha invitado también a trabajar con ellos y lo vamos a hacer con mucho gusto.
¿Contempla crear una fundación?
Hay gente o empresas que ponen una fundación con su nombre para que se note. A mí no me interesa que mi nombre salga. Me inspira saber que niños y jóvenes tienen oportunidades que yo no tuve. Yo aprendo del pasado, vivo el presente y actúo para cambiar el futuro. Nuestro pasado tiene cicatrices que nos duelen, pero que tarde o temprano se van a curar, y se curan con educación.
¿Toda la gente en Xumak comparte este ideal?
Nosotros trabajamos duro aquí. A veces son muchas horas, y estamos tan metidos que el servicio comunitario nos sirve para ver al país que servimos. No vivimos en una burbuja. Y a cada colaborador guatemalteco que viaja a otro país para atender a un cliente le digo: Si te preguntan algo de tu país, no hables mal de él. Lo malo, pues, saldrá en las noticias, pero tú eres embajador de Guatemala.
¿Ha visto en acción su programa?
Me emociona. Hemos ido a escuelas en la provincia y es indescriptible ver a un niño de 5 años asombrado al ver y tocar una computadora. Lo increíble es que no tienes que explicarle nada: solito empieza a jugar y a aprender. Y ese es nuestro objetivo.
¿Ha regresado a su pueblo, Santa Eulalia?
Este año me invitaron a un cierre de cursos. Lo primero que descubrí es que mi q’anjob’al está peor que mi español —risas—. Está muy cambiado: hay camino pavimentado, muchas más casas y gente. Pero también hay muchas carencias en las escuelas y muchos jóvenes con grandes sueños.
Cuando empezó, ¿pensó que llegaría a crecer tanto?
Yo empecé solo, trabajando en mi dormitorio. Pasé seis meses sin ganar nada, viví de los ahorros del trabajo que tuve. Por fin me contrató Best Western, la cadena hotelera, y a partir de allí comenzamos a crecer. No fue fácil.
Cuando vino a Guatemala ya tenía prestigio…
Cuando pusimos el primer laboratorio aquí fue en Europlaza, en un local para seis personas. A los 14 meses nos quedó pequeño. Nos pasamos a una casa de la zona 15, donde cabían hasta 50 gentes. Nos volvió a quedar pequeño y ahora ocupamos un piso completo del Design Center.
La finalidad de estar aquí no era hacer muchísima plata: para eso había lugares mejores. Aquí los costos son caros y la mano de obra no abunda, pero justamente por eso empezamos a formar gente. Cuando yo emigré a EE. UU. no me quería ir y quería regresar. Ahora que estoy aquí, me repito que no solo es cuestión de hacer dinero, sino de crear oportunidades para que los jóvenes no tengan que irse.
¿Cuáles son las áreas de mejora para el guatemalteco?
Nos falta ser más integrales y eficientes, tener más autoestima y perder el miedo.
El guatemalteco tiende a culpar a otros de sus fallas: el gobierno, el jefe, la economía. Y realmente, en este tiempo, si uno quiere cambiar algo lo puede hacer. Pero debe ser uno el motor de cambio. De lo contrario solo nos volvemos a abrir la cicatriz. Tenemos miedo de fracasar, sin intentarlo, y así no se logra nada. Nos dejamos dividir, en lugar de unirnos.
¿Y las grandes cualidades?
Somos dedicados, leales y perseverantes. También somos apasionados y creativos. Pero, otra vez, a menudo nos da miedo tomar el riesgo.
VALORES BÁSICOS
El código que guía el trabajo en Xumak:
Pasión: “Dedicar tiempo, fuerzas y creatividad a lograr un objetivo, como si fuera el único. Disfrutarlo, hacerlo con gusto”.
Cambio: “Quien no evoluciona, se estanca, sobre todo en tecnología. Hallar nuevas formas de hacer las cosas, encontrar soluciones distintas.
Esa es la ventaja de nuestra plataforma, que es versátil. Lo que hoy sirve, en seis meses estará obsoleto. Solo se puede enfrentar la competencia con innovación, y eso vale también para un país”.
Servicio: “Mi labor cotidiana bien hecha es un aporte a mi empresa, a mi cliente, a mi país, a mi familia. Pero no basta con ese trabajo, también debo ver las realidades menos afortunadas y tratar de ayudarles, por el simple hecho de que son seres humanos, como yo”.
Excelencia: “Si se hacen las cosas con pasión, con innovación constante y con una visión de servicio, se logra el éxito, pero una vez en este punto no hay que quedarse allí, se deben buscar nuevas metas y repetir el ciclo”.
Recuerdos de infancia -“Tenemos que unirnos para avanzar”-
Marcos Antil no duda en decir que se siente afortunado y bendecido porque sus esfuerzos han florecido. “Vengo de un lugar lejano, de una familia humilde de jornaleros. No teníamos electricidad, nos alumbrábamos con candelas y un coleman —lámpara de gas—, y hoy estamos al frente de un equipo de gente talentosa en la era digital”, expresa, con emoción.
Antil aclara que no son las circunstancias externas las que deben marcar a la persona, sino al contrario. “Allá, en Santa Eulalia, los guerrilleros nos pedían comida, y si no les dábamos nos decían que eramos orejas. Pero les dábamos porque eran seres humanos. El Ejército decía que éramos traidores, pero nosotros solo estábamos en medio y ellos tenían las armas; así que nos fuimos”.
Llegaron indocumentados a EE. UU. pero fue su madre quien consiguió el estatus de asilo político. “No sé cómo hizo, porque ella no habla nada de inglés y apenas español, pero ella nos metió a la escuela, nos consiguió el asilo y nos animó para que estudiáramos, así que no es cuestión de cuánto sabes, sino de decidirse y hallar la ayuda necesaria. Esa es una gran enseñanza para mí”, refiere.
Este año visitó Santa Eulalia, donde conversó con niños y jóvenes. Allí vive su abuela, de 93 años. “Hay ganas de triunfar, y si más empresarios se unen y apoyan, este país puede salir adelante, porque no es cosa de uno o dos, sino de todos”.
Objetivos
Marcos sabe que cada día cuenta, pero afirma que tiene metas empresariales y filantrópicas a 10, 15 y 25 años. “Quien quiere progresar buscará la forma de hacerlo honradamente, sin importar las barreras. Yo soy indígena, soy guatemalteco, y por eso quiero labrar un mejor futuro aquí. ¿Podría hacerlo afuera? Sí, pero quiero hacerlo aquí, porque a pesar de los problemas yo soy de aquí y quiero aportar a la superación de mis hermanos guatemaltecos”, dice mientras se toma la fotografía en la terraza del edificio que ocupa su empresa.
“Yo aprendo del pasado, vivo el presente y actúo para cambiar el futuro. Nuestro pasado tiene cicatrices, pero que tarde o temprano se van a curar”.
“Nos hemos dejado dividir: del campo o la ciudad, indígena o no indígena, de un partido u otro. Debemos unirnos para enfrentar el futuro”.
“Mi gran guía en la vida han sido los consejos de mis padres: trabajar duro, ahorrar, respetar la palabra dada y ayudar a toda persona que lo necesite”.
“Pasé seis meses sin un solo cliente. Me gasté mis ahorros, pero en ningún momento me sentí fracasado. Solo sabía que dependía de mí el éxito”.