Al llegar al kilómetro 33, el camino que conecta con la carretera a El Salvador, cuatro sujetos se levantaron de sus asientos, obligaron al piloto a apagar las luces de la unidad y empezaron a despojar de sus pertenencias a los usuarios.
Los individuos caminaron a los asientos traseros y al registrar a Ramírez Olivares se percataron de que llevaba su pistola al cinto. Uno de los delincuentes intentó arrebatársela, pero el agente logró dispararle y al mismo tiempo otro maleante le acertó a él un balazo en la cabeza.
Las balas alcanzaron a Adrián Estrada Padilla, 44, guardaespaldas que se dirigía a su trabajo, en la capital, por lo que fue trasladado al hospital del Seguro Social 7-19.
Lo abandonan
Antes de bajarse del bus, los malhechores se robaron el arma de la víctima. Antes de ello trataron de salvarle la vida a su cómplice, y al no lograrlo lo dejaron a la orilla de la ruta. La Policía lo identificó como Marco Tulio Morales Morales, 29.
Angustia
Esperanza Olivares, madre del guardia de seguridad muerto, exclamó entre lágrimas que era su único hijo y que en los últimos años le manifestó su temor a ser víctima de un ataque.
“Me dijo que tenía un mal presentimiento, como que algo le iba a pasar. Yo no podía creer cuando me dijeron que lo habían matado”, se lamentó.
Ramírez Olivares tenía tres años de trabajar como guardia en una empresa minera, en Jutiapa.
Dejó en la orfandad a tres niños, de un mes, 5 y 7 años. Con la ropa manchada de sangre, Óscar Wilfredo Cazún, quien viajaba en la unidad, relató que iba en el mismo sillón que Ramírez Olivares, que era su amigo de infancia y solían reunirse a la misma hora en la parada del bus.