Con gabacha azul y caminando más de 12 horas al día, Edgar Benjamín vende algodones de azúcar en el centro histórico y Mixco, vive en la colonia el Milagro y contó que se dedica a ese oficio porque no le gustó estudiar.
Aprendió de su padre quien mantuvo a su familia vendiendo los tradicionales algodones. “Hay de colores, azul, amarillo, verde y blanco” expresó el vendedor.
Benjamín es soltero, no mantiene a nadie y con lo que gana cada día compra su comida y artículos personales. Aprovecha las procesiones porque muchas personas asisten. “Si hay calor no se vende, solo cuando esta nublado o con frío” explicó.
El comerciante informal dijo que cuando no está en el centro, se coloca frente a escuelas y colegios, “a los niños les gusta el azúcar” puntualizó.
La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) 2014, demostró que en el país, el 69.3 por ciento de la población está en la informalidad, el 55.8 en el área urbana y el 85 por ciento en lo rural.
La Encuesta demostró que la mayor cantidad de trabajadores informales son mujeres indígenas menores de 25 años.
Carlos Martínez, analista independiente, considera que el comercio informal responde a una necesidad de trabajo de personas sin ocupación. El experto asegura que es un fenómeno recurrente y no representa un impacto para la economía.
“Por supuesto que es una importante fuente de ingresos para un sector de la población”, apuntó el analista y agrego que existe un incremento en los vendedores, situación que es positiva ya que cumplen una función social de ingresos.
Por aparte la tasa de desempleo nacional es de 2.9 por ciento, la mayoría es en área urbana con población no indígena.
Chupetes a quetzal
Durante 20 años se ha dedicado a vender los dulces conocidos como chupetes, con lo que gana, mantiene a sus tres hijos, “dos están en carrera y uno en primaria” manifestó Yaneira González.
“Es una tradición familiar, lo aprendí de mi madre” mencionó la vendedora. Yaneira se levanta todos los días y prepara el producto, los precios varían entre Q1 y Q10, los más caros tienen un juguete plástico.
“Quiero un futuro mejor para mi familia, que mis hijos no se dediquen a vender” comentó, y añadió que lo más difícil de vender es escuchar el no de las personas. “Hay que tener una buena actitud, llevar sol, caminar y caminar” expresó González.
“La venta baja después de esta semana”, expresó Yaneira al mismo tiempo que contó que su madre saco adelante a sus 9 hermanos vendiendo chupetes.
Sin descanso
De lunes a domingo, no hay descanso para quien vende granizadas, de lo que se trata es de terminarse el bloque de hielo que desde la mañana permanece en la carreta.
Esa es la tarea de Carlos Chen, quien hace dos años llego a Guatemala procedente de Cobán, Alta Verapaz. “Lo más difícil es que se encuentran problemas en la calle, gente que quiere hacerle daño a uno” dijó chen, mientras preparaba una granizada de limón y pepita.
En la Semana Santa es cuando más se vende, el calor demanda hidratación, la granizada es una solución. El joven cobanero dijo que cuando no hay calor, es más difícil vender y le toca caminar más tiempo.
Pablo Caníz es otro vendedor de granizadas, nació en Totonicapán hace 19 años, y llego a la capital en 2013. “Aprovecho Semana Santa porque hay más gente y con el calor compran” aseguró el joven.
Está presente en todas las procesiones que le sean posibles, “Como no hay trabajo de esta forma aprovechamos” contó al mismo tiempo que ofrecía granizadas a Q5.
“Tengo familias y viajo cada dos o tres meses y les llevo dinero” añadió el vendedor, quien vive en el Centro Histórico y desde temprana hora inicia la travesía.
Una década
“Me quede sin trabajo y no encontraba, una amiga me aconsejo vender y así inicie” describió Flor de María Pacheco, de 36 años, quien en 2005 empezó vendiendo comida en la calle, actividad que realiza durante el año, aunque en esta época vende aguas.
Tiene dos hijos, no están estudiando todavía, los más difícil de estar en la calle es que los carros no tienen precaución, “los de la Muni nos quitan de todos lados y no podemos buscar un lugar fijo” expresó mientras limpiaba una gaseosa en lata para dársela a un comprador.
Según contó no todos los días vende, pero está presente en todas las procesiones, desde que sale el sol, hasta que se le terminan las aguas o se cansa, “Es lo que nos toca vivir” finalizó.