Punto de vistaChávez y sus circunstancias

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A partir de 1998, en Venezuela el gobierno chavista se ha asentado sobre una legitimidad carismática. La alianza entre los sectores más empobrecidos de la clase media y los grupos populares marginales depositó en el caudillo salvador un enorme capital de esperanzas e ilusiones.

Con el pasar inexorable del tiempo, el gobierno Chávez ha desperdiciado una buena parte de ese capital. Hasta ahora, los relativamente altos precios del petróleo permitieron encubrir parcialmente la ineficiencia, la ineptitud y las contradicciones en el desempeño de la acción de gobierno y el irresponsable y progresivo debilitamiento institucional de organismos fundamentales del Estado, como Petróleos de Venezuela, el Banco Central, el Ministerio de Finanzas y la Cancillería.

La crisis económica mundial, magnificada por el atentado terrorista del 11 de septiembre, hace prever un año 2002 con bajos precios petroleros. Es inevitable un déficit fiscal relevante, con el muy probable retorno del acostumbrado e infernal ciclo integrado por el control de cambio, la devaluación y el resurgimiento de la inflación. 

La criminalidad se incrementará notablemente, la situación socioeconómica se hará explosiva. Como dice Giovanni Sartori: en una sociedad que se moderniza, cualquier legitimidad se deteriora después de una prolongada ineficiencia. La ineficiencia de este gobierno es descomunal, y al cumplir tres años podríamos afirmar que empieza a ser prolongada, particularmente si tomamos en cuenta que vivimos una época caracterizada por una pavorosa aceleración del ritmo histórico.

La realidad muestra sin demostrar, y el fracaso, tarde o temprano, termina con las ilusiones y las esperanzas. Se avecina el desengaño.

El caudillo, frente a la pérdida de legitimidad, podría fugarse hacia delante, radicalizando el proceso y culpando a la oligarquía y al imperialismo del derrumbe de la revolución pacífica. Sin embargo, el camino del autoritarismo populista, en la Venezuela y en el sistema internacional del siglo XXI, requiere de un relevante apoyo popular y el sostén de la Fuerza Armada. El tiempo para esa senda ya pasó. Un líder está acabado cuando ya no es capaz de dar la impresión de que tiene una misión que realizar.

La misión que debe necesariamente dar la impresión de tener, en un mundo interdependiente y globalizado como el nuestro, es que se está manteniendo al país en sintonía con las tendencias internacionales y siguiendo las principales corrientes políticas y económicas mundiales.

Ya antes del 11 de septiembre, Chávez y su gobierno tenían un retraso de 30 años en la reflexión política, económica y social. Ahora con la ambigüedad, la hipocresía y la estupidez con que se manejó el tema del terrorismo y, en particular, la calidad terrorista del Chacal, la asintonía del chavismo con el resto del mundo civilizado se ha puesto en peligrosa evidencia.

Parece que en la Fuerza Armada están empezando a entenderlo.

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