Los galardones otorgados a Halle Berry y Denzel Washington, el Oscar honorario a Sidney Poitier y la invitación a Woody Allen son algunas de ellas. Entre los beneficiados por la puesta al día de la academia se encuentra Ron Howard (recuerdan a Ritchie, el compañero de Fonsie en la vieja serie Happy Days), cuyo trabajo había sido reconocido por la crítica, pero la academia no lo había tomado en cuenta (Apollo 13 es uno de sus filmes); sin embargo, esta vez, con Mente brillante, ganó el premio a Mejor director y Mejor película.
La cinta cuenta la historia de John Nash, un genial matemático que sufre de esquizofrenia. Basada en un buen guión, en el que se mezclan hábilmente situaciones de la vida real con otras que sólo existen en la imaginación del personaje principal, esta película, aunque bien realizada, tiene muy pocos elementos que logran atrapar la atención del espectador. Quizá lo más relevante es saber si Nash podrá superar la esquizofrenia. Un aspecto interesante es el relacionado con las actuaciones: John Nash, interpretado por Russell Crowe, un actor cuyo talento es garantía, desarrolla un personaje difícil aunque no original. Podría decirse que es una mezcla de Rain Man, Forrest Gump y David Helffgott.
Crowe tiene a su favor el hecho de que no existen otros personajes de peso en la historia; por lo tanto, toda la cinta gira a su alrededor, y aun así no logra alcanzar el nivel que se le vio en Los Angeles Confidencial y El informante.
Una mente brillante es una producción bien realizada, con muy buena fotografía, pero definitivamente inferior a otras como, La fastuosa Moulin Rouge y la monumental El señor de los anillos. Por ello, el premio concedido por la academia sólo puede ser interpretado como el pago de una vieja deuda y sus respectivos intereses acumulados, pues al reconocimiento como Mejor director, se sumó el de Mejor película. Completan el reparto Jennifer Connelly y Ed Harris. Calificación 7.
