PUNTO DE VISTAReacción populista en América Latina

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Los relativos éxitos electorales de la izquierda populista en Bolivia y Ecuador, con el dirigente cocalero Evo Morales y el coronel golpista Lucio Gutiérrez y el fortalecimiento en las encuestas del general golpista Lino Oviedo en Paraguay, del Frente Amplio de izquierda en Uruguay y de las corrientes populistas del peronismo en Argentina, así como la segura victoria de Lula en Brasil, parecerían indicar una ola de retorno de la izquierda populista en América Latina, iniciada por la llegada al poder Chávez en Venezuela.

Obviamente, habría que aclarar inmediatamente que hay diferencias sustanciales entre el Laborismo democrático y antimilitarista de Lula y el populismo militarista y autoritario de Chávez, Gutiérrez y Oviedo. Sin embargo, es indudable que todos estos heterogéneos movimientos forman parte de una reacción antiglobalización y antimercado.

El populismo estatista, dominante en América Latina durante las décadas de los 60 y 70 se caracterizó por un modelo sustitutivo de importaciones, proteccionista a ultranza, que nos heredó unas sociedades improductivas, ineficientes y desiguales. Sin embargo, las reformas liberales de los 90, salvo en Chile y, en menor medida México y El Salvador (la exitosa Costa Rica es un caso particular), no parecen haber mejorado la situación socioeconómica del subcontinente.

Es evidente que hay un malestar en la globalización como nos dice el premio Nobel de Economía Joseph Stieglitz en su último libro: Globalization and its dissidents. El relativo fracaso de las reformas en América Latina contrasta con el éxito de las estrategias de mercado en Asia. En ambas regiones se buscó la estabilidad macroeconómica, pero en Asia sólo gradualmente se hicieron las liberalizaciones financiera y comercial, esta última únicamente cuando la política de promoción de exportaciones había creado nuevos empleos. Las privatizaciones fueron acompañadas por leyes antimonopolio y procompetencia y se fomentaron empresas nacionales eficientes y competitivas.

En Asia también se preocuparon más de luchar contra la pobreza y la desigualdad. El fracaso del comunismo en Europa y el consiguiente derrumbe de la Unión Soviética hicieron evidente que  la economía de mercado es el más eficiente instrumento de generación de riqueza. En efecto, los países avanzados, cuyos pueblos gozan de la más alta calidad de vida, son economías de mercado. El postcomunismo chino y vietnamita están avanzando en esa dirección aceleradamente.

Los únicos Estados comunistas que quedan, son Corea del Norte y Cuba. Sin embargo, mientras la Corea de Kim Jong Il es vista en  toda Asia, como una entidad jurásica, afectada por una enfermedad terminal, que hay que ayudar a bien morir, la Cuba de Castro mantiene relevantes simpatías en América Latina. Octavio Paz dijo una vez que: El último marxista-leninista morirá en una universidad latinoamericana. Una de las razones de esta fascinación anacrónica se debe a la diferente contundencia del fracaso socialista en Europa, Asia y América Latina.

En Europa y en Asia el fracaso fue evidente, perentorio y definitivo. En cambio, en América Latina el fracaso no es tan obvio y terminante. Muchas personas, en buena fe, piensan que Cuba, aunque como modelo político y económico no es atractivo, ha logrado un desarrollo social superior, comparado con otros países de América Latina.

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