La mujer, de 51 años, confesó después que había escondido más cuerpos de bebés asesinados justo después de su nacimiento, sin poder precisar cuántos, y los investigadores acabaron encontrando otros seis.
El juicio permitió saber que Cottrez, en cada embarazo, aprovechaba las vacaciones o viajes de trabajo de su marido para dar a luz en el cuarto de baño, estrangular a los recién nacidos y meterlos en una bolsa de plástico.
Los cadáveres se descubrieron en el 2010, cuando el nuevo propietario de la casa de los padres de Cottrez, en la localidad de Villers-au-Tertre, encontró en el jardín dos cuerpos en estado de putrefacción envueltos en sacos de plástico.
La mujer alegó en el juicio las humillaciones que sufrió en su primer embarazo conocido y el temor a que los niños fueran de su propio padre, de quien en un primer momento aseguró que había sufrido abusos, antes de retractarse y negar cualquier incesto.
El jurado, tras deliberar durante unas cinco horas, reconoció la existencia de una “alteración en el discernimiento” y negó premeditación en el primer infanticidio, pero subrayó la existencia de una “pauta” en los siguientes.
Dos de sus abogados mostraron su satisfacción por el fallo judicial, agradecieron que se haya juzgado a su clienta con “inteligencia, compasión y humanidad” y aseguraron que no van a recurrir la sentencia, que no tuvo en cuenta la petición de 18 años de cárcel solicitada por la Fiscalía.
“Jamás ha sido una criminal como el resto”, dijo el letrado Frank Berton en la cadena de televisión BFMTV, donde destacó que su defendida se siente aliviada y agradece haber sido “escuchada y comprendida por primera vez” en este juicio.
Las dos hijas de la mujer manifestaron también su alegría a la salida de los juzgados por que se haya considerado que su madre “no es un monstruo”, afirmaron que entienden su sufrimiento y subrayaron que, en cuanto esta salga de la cárcel, harán “todo” por ayudarla y ocuparse de ella.