Enrique Sequén, ladrillero desde hace 48 años, dijo que la desaparición de las fábricas artesanales se debe a la falta de visión empresarial por parte de los ladrilleros, pues muchos de ellos venden sus productos a intermediarios.
“Desafortunadamente la mayoría de artesanos no logró adquirir los conocimientos para manejar sus recursos, y por eso se conforman con entregar sus productos a intermediarios”, añadió Sequén.
Ante la decadencia de las ventas, algunos artesanos piensan cerrar sus fábricas, tal es el caso de Eduardo Tubac, quien durante los últimos 25 años se ha dedicado a esa actividad, pero que espera vender las últimas piezas con que cuenta para ponerle fin a una tradición familiar.
Osman Torres, quien se dedicó a la fabricación de ladrillo, teja, fachaleta, tinaja, coronas, cuadrados, baldosa y marcas, comentó que debido a la escasez de clientes ahora trabaja en la reventa de esos productos.
Los artesanos lamentan que una actividad que fue pujante en el pueblo corra el riesgo de desaparecer.
Lea la nota completa en la edición impresa de Mi Pueblo, inserta en Prensa Libre o adquiérala aquí