El proyecto, bautizado “India Cualificada” , pretende formar a los 12.8 millones de jóvenes que entran al año en el mercado laboral en el gigante asiático, además de los 26 millones de trabajadores que hay en el sector formal y los 433 millones del informal.
Muchos de esos trabajadores empleados en el sector informal son campesinos, que suponen el 49% del total de trabajadores en la India y cuya aportación al Producto Interior Bruto (PIB) es proporcionalmente bajo, el 14%, algo que Modi desea cambiar formándolos en otras materias.
El Gobierno indio, que señaló que de momento solo tiene capacidad para enseñar anualmente a 3.1 millones de personas, pretende alcanzar la meta de los 500 millones en 2022, el mismo año en el que la ONU pronosticó que la India se convertirá en el país más poblado, con 1,400 millones de habitantes, superando a China.
Modi advirtió, sin embargo, de que ese crecimiento demográfico podría convertirse en un problema para el país si los jóvenes no reciben una educación, ya que en la próxima década se traduciría en un excedente de mano de obra de entre 40 y 50 millones de trabajadores.
“Es un gran reto proveer de educación y formación a los jóvenes para poder cubrir sus aspiraciones. (…) Fallar puede llegar a ser desastroso” , se asegura en el informe de 2014 sobre el empleo en la India redactado por el Instituto para el Desarrollo Humano de Delhi.
En el estudio se critica que menos del 30% de los trabajadores indios finalizó la educación secundaria y que de ellos solo uno de cada diez ha recibido algún tipo de formación o entrenamiento, que a su vez suele ser “extremadamente” deficitario.
Uno de los redactores del informe, Ajit K. Ghose, explicó a Efe al respecto que “el gran problema en la India es la cantidad y la calidad de la educación escolar, que ha ido a peor durante los últimos años.”
“Aquellos que van a recibir una formación necesitan poseer las cualidades y formación necesaria para asimilar esas enseñanzas, y es por eso que uno de los puntos flacos es el pobre sistema educativo, donde es necesaria una mejora” , remarcó Ghose.
En las primeras décadas tras su independencia en 1947, la India dedicó más recursos a la educación universitaria que a la primaria en un país donde solo podía leer un 18.3% de la población, una cifra que ha aumentado hoy hasta el 74%.
A pesar de la mejora en la alfabetización, la India ocupó los últimos puestos del informe PISA de 2011, realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) , con los dos estados indios que participaban, Himachal Pradesh y Tamil Nadu, en los puestos 72 y 73 de una lista de 74 países y regiones.
Una deficiencia en la educación básica que se ve reflejada luego en la pobre capacitación de los trabajadores que poseen una formación superior.
Un informe de la consultora Aspiring Minds de 2014, recogido por el diario económico indio Mint, reveló un dato esclarecedor: de los 600,000 ingenieros que se licencian al año en la India, solo uno de cada cinco poseen los conocimientos necesarios para poder ser contratados.
Lejos de esa realidad universitaria, una inmensa mayoría de los obreros que conforman el sector informal trabajan al día en un régimen de total precariedad e inestabilidad, algo a lo que el mandatario indio desea poner fin con los cursos de capacitación.
“Llevo trabajando de albañil desde que tenía 20 años. Aprendí el oficio en la obra. Cobro 400 rupias (5.7 euros) al día. No hay trabajo. A veces me contratan 15 días al mes, otras 20” , narra a Efe Babu Khan, de 55 años, junto a otros jornaleros y su humilde kit de herramientas, en el casco antiguo de Delhi.