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Dramática historia de familia que huyó de las maras de El Salvador y fue apresada en EE. UU.

Sonia López abandonó El Salvador extorsionada y amenazada por la Mara Salvatrucha, en la frontera de México con Texas, Estados Unidos, los coyotes la separaron de su marido y de su hijo mayor, dejándola sola con los dos más pequeños, y al llegar a EE. UU. fue recluida en un centro de detención para familias inmigrantes durante tres semanas.

Este martes, López celebró su cumpleaños 28 en un albergue de San Antonio en el que vive con la pequeña Alison, su hija de 3 años, y Eli, que ya tiene 7, desde que los tres fueron liberados del centro de Dilley,Texas, el pasado 21 julio.

Como condición para recobrar la libertad, le pusieron un aparatoso localizador en el tobillo, un dispositivo que las mujeres llaman “grillete”  y que se tiene que conectar a la corriente dos veces al día durante más de una hora para recargar la batería.

“Me hicieron pastel. A mí no me gustan los pasteles pero ese estaba bueno. Soplé velas y todo”, explicó a EFE la salvadoreña, quien sin embargo confesó que el mejor regalo se lo hizo su marido, Emelino, que está recluido en un centro de Nueva York y que la llamó para contarle que también lo iban a liberar.

Que las maras matasen al hermano pequeño de Emelino, de 22, y también a un hijo de 17 años que tenía de una anterior relación “seguro le ayudó”, cree la mujer.

Sonia, Emelino y sus tres hijos se fueron de su pueblo, Tecapán, el pasado 19 de junio: “Nos cayó la llamada”. Se refiere así al momento en el que miembros de la Mara Salvatrucha los acusaron, primero, de ser informantes, y después les pidieron dinero a cambio de seguir con vida.

Tras las amenazas, la decisión fue casi inmediata: vendieron algunas de sus pertenencias, “las más caras”, y decidieron empezar de nuevo en Estados Unidos, concretamente a Charlotte, Carolina del Norte, donde un primo les había prometido trabajo para los dos. “El Salvador no se arregla”, dijo resignada.

De El Salvador pasaron a Guatemala, y de allá a México, un trayecto de casi tres mil kilómetros que hicieron en autobús, “por partes en el baúl”, pero que transcurrió sin mayores sobresaltos hasta llegar a la ciudad de Reynosa, último obstáculo antes del temido paso del río Grande, la entrada a Estados Unidos.

“Cuando veníamos por Reynosa se subieron unos hombres al autobús, creo que eran mañosos (ladrones), estaban muy armados. Ellos iban a asaltarnos y ahí fue cuando nos perdimos”, relató la mujer.

Ella, con Alison y Eli, pudieron seguir al coyote, pero su marido y su hijo Aldair, de 10 años, tomaron otro camino. Esa fue la última vez que los vio, el 26 de junio.

Esa noche llegaron más hombres armados a la casa en la que esperaban para pasar a Estados Unidos, no está segura si eran miembros del cartel del Golfo o de Los Zetas, pero tuvieron que huir y cruzar solos la frontera.

Según supo, su marido y su hijo mayor cruzaron más tarde. Al primero lo llevaron detenido a Nueva York, mientras que Aldair está en La Casa Nueva Esperanza, un centro para menores en Brownsville, en el sur de Texas.

A ella, con sus otros dos hijos, la llevaron al centro de detención para familias inmigrantes de Dilley, el más grande del país con capacidad para dos mil 400 personas.

“Nunca me imaginé que me iban a detener”, confesó la joven madre. Asegura que sus hijos no querían probar la comida, “horrible e insípida”, y que el médico del centro le recetó “agua”  para curar un episodio de tos y fiebre que tuvo la pequeña Alison.

También cuenta que cuando salió de Dilley donó las camisetas de colores que obligan a usar dentro del centro, las mismas que todavía llevan puestas otras de las mujeres que viven en el albergue La Casa de San Antonio, gestionado por la organización Raíces.

Detenida, supo que su hijo estaba en Brownsville, pudo hablar por teléfono con él una vez y desde entonces ha puesto sus esfuerzos en recuperarlo: “Supuestamente se lo van a dar a mi cuñada”, dijo no muy convencida.

Su cuñada, también salvadoreña, vive en San Francisco y tiene los papeles en regla. “Ya fue a El Salvador en avión”, aclaró López.

“Ahora tengo que estar donde mi cuñada. Mi primo nos tenía trabajo para mí y para mi marido y lo que nosotros veíamos es que en Carolina del Norte la renta es más barata que en San Francisco”, explicó angustiada.

El “grillete”  no sabe hasta cuando lo tendrá que llevar: “Si me dan a mi hijo no me importa”, aseveró.

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