LA BUENA NOTICIA

Verdad indefectible

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El evangelio según san Juan registra un momento de crisis entre los seguidores de Jesús. Su enseñanza acerca de la necesidad de comer su carne y beber su sangre se les hacía intolerable por su realismo caníbal. Por supuesto, sabemos que Jesús no incitaba a ningún tipo de canibalismo, sino que con ese lenguaje realista inculcaba el realismo de su presencia en el pan y el vino eucarísticos. Sus discípulos le recriminaban a Jesús que su enseñanza era inaceptable. “¿Quién puede admitir eso?”, le decían. Algunos discípulos se alejaron. Jesús no suavizó ni acomodó sus palabras para retener a los que se iban; más bien retó a los que se quedaban a que pensaran si también querrían irse.

Esta actitud de Jesús en torno a su enseñanza eucarística puede aplicarse también a otras enseñanzas de la Iglesia y al conocimiento de la verdad. A medida que la sociedad se seculariza y que lo conveniente ocupa el lugar de lo verdadero, no solo el Evangelio y las enseñanzas de Jesús resultarán más ajenos e intolerables a los miembros de nuestra sociedad, sino que la misma verdad conocida por la razón en materia moral resultará inaceptable.

La Iglesia católica sostiene que Dios ha dado a las personas la mente para pensar. La razón humana es capaz de conocer la verdad sobre lo que es justo y lo que es injusto. Por la razón conocemos que este mundo no pudo darse a sí mismo la existencia y que debe haber un Dios que lo creó. Conocemos que los seres humanos estamos dotados de inteligencia y libertad y somos únicos en la creación y de mayor dignidad que el resto de los seres vivos. Conocemos que debemos respetar la vida y dignidad del prójimo, que cada quien puede llamar suyo lo que ha ganado con su trabajo, que la sexualidad humana está orientada a la procreación, y muchas otras cosas más acerca de la naturaleza del mundo, del hombre y la sociedad. Cuando de ese conocimiento se derivan criterios para guiar la conducta humana, esa verdad se llama la ley natural.

Nuestra cultura contemporánea se aleja, no solo de las verdades que conocemos por la Biblia, sino también incluso de las verdades de la ley natural. De esa cuenta se justifica y legaliza el aborto, se dice que el género de las personas es independiente de su sexo, se quiere reinventar el matrimonio como unión de dos personas y no como la unión de un hombre y una mujer. Los poderosos siempre han intentado limitar o suprimir la libertad de las personas para hablar y actuar vulnerando su dignidad.

Quienes somos creyentes en Jesús debemos afirmar no solo la verdad que conocemos por la Biblia, sino también la verdad que conocemos por la razón. Se trata de principios morales accesibles a todo el que puede pensar. La Iglesia asume en su enseñanza la ley natural y la propone también como vinculante ante Dios. Pero cada vez más se escucha contra la enseñanza moral de la Iglesia en los asuntos más controvertidos lo que Jesús escuchó una vez de sus discípulos: “¿Quién puede admitir eso?” Pero la verdad indefectible se debe aceptar sin acomodos populistas.

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