“Mi mejor experiencia”, recuerda con una sonrisa escéptica. “No puedo explicar lo que sentí en ese momento”, reconoce y recuerda una anécdota: “Nadie se imaginaba que un guatemalteco fuera a ganar. Durante la clasificación tuve problemas técnicos y al momento de la competencia tuve que remontar muchas posiciones. Para la premiación, todo se retrasó porque no tenían preparado el Himno de Guatemala y lo tuvieron que conseguir”, cuenta el piloto de 15 años.
Transición
“Mi papá corría carros en el Autódromo Pedro Cofiño y yo siempre lo acompañaba, por lo que me llamó la atención hacer lo que él hacía. Un día, cuando tenía 8 años, le dije a él y a Pedro que quería correr y entonces me compraron un go kart con el Pato Castillo (piloto nacional). Así fue como comencé mi aventura, dando vueltas en un parqueo”, relata Ian.
Deslumbrado por un ambiente cargado siempre de adrenalina en el que la velocidad es el principal ingrediente, Ian fue cosechando un amor y una pasión desmesurada por este deporte.
“Yo veía todos los carros bonitos y decía: Yo tengo que llegar lejos aquí, y es lo que estoy tratando de hacer ahora. Soy muy afortunado, porque esto es algo increíble. Yo sé que nací para esto y representar a Guatemala en el automovilismo es algo indescriptible”, apunta el corredor guatemalteco.
A su corta edad Ian supo que quería practicar este deporte, que quería brillar en las pistas y entonces se dedicó a luchar por alcanzar sus sueños, a pesar de que esto ha requerido un esfuerzo doble para poder llevar una vida como deportista y como un niño, y ahora adolescente normal.
“Estudio en línea en una Academia Francesa. Todos los meses mando mis exámenes que tardan hasta cinco horas.
Tengo la oportunidad de estudiar así y esforzarme”, cuenta Rodríguez, quien cursa tercero básico.
A sus 15 años, Ian habla español, inglés, italiano y francés, como parte de los requisitos para participar en los campeonatos de automovilismo en el continente europeo.
Ayuda
En estos momentos Ian se encuentra en Guatemala con un objetivo claro, que es el de buscar apoyo económico para dar el salto de go karts a la Fórmula 4 y acercarse un paso más a su ambiciosa meta que es convertirse en un piloto de Fórmula 1.
“Yo vine a Guatemala a buscar patrocinadores. Cuando me dijeron lo que tenía que gastar fue impresionante y aunque no busco el apoyo de una empresa que lo pague todo, quisiera ir de poco en poquito, pues necesito un total de 300 mil euros para poder competir; eso incluye todo, el carro, la inscripción y todo lo que necesito”, recalca.
A pesar del significado de esto, de la alta inversión económica que debe de hacer, el corredor nacional no se desmotiva, y por el contrario, el haber vivido la experiencia de manejar un carro Fórmula le da fuerzas para seguir en la lucha por su sueño.
“La primera vez que manejé un Fórmula fue increíble. Me costó un poquito soltar el clutch y acelerar, pero nunca lo apagué. Recuerdo que fue en Adria (provincia de Rovigo), en un carro blanco. No fue cualquier carro, fue un Fórmula Renault y empecé a darle poco a poquito. Hice cambios muy rápidos y fue algo maravilloso; ya no me quería bajar”, cuenta Ian, quien en ese momento dio el paso de go karts a fórmula.
El 28 de julio el deportista cumplió 15 años e inmediatamente tramitó su licencia deportiva para poder correr en otras pistas y no solo en Adria, que es la única pista que no requiere de permiso para conducir.
El cierre de este año estará cargado de mucho entrenamiento para el juvenil, quien espera estar en óptimas condiciones al momento de competir.
“Solo quiero entrenar mucho. Voy al gimnasio los lunes, miércoles, viernes y sábado. Tengo un listado del trabajo diario que tengo que hacer para mantener mi condición física y mi peso adecuado. A la pista voy dos veces a la semana y entreno con el Fórmula”, cuenta el atleta.
La confianza es parte fundamental en la vida de Ian, quien ha dado un paso importante en una edad clave y acorde para seguir escalando en este deporte extremo, en el que espera algún día llegar a la máxima categoría —Fórmula 1— y hacer ondear la Azul y Blanco en suelo extranjero, donde a veces ni siquiera saben de la existencia de Guatemala.