PERSISTENCIA

Análisis crítico de eros y civilización

Margarita Carrera

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El subtítulo de Eros y Civilización de Herbert Marcuse es “una investigación filosófica sobre Freud”. Y en efecto, toma a Freud como punto de partida para una nueva postura filosófica, siguiendo los delineamientos de los antiguos y modernos filósofos rebeldes, trágicos y antropocéntricos.

La premisa fundamental de Marcuse, en el desarrollo de su obra, está claramente definida al destacar que Freud “busca el ser del hombre en su estructura instintiva”. Y en efecto, en el yo y el ello, Freud establece que “la diferenciación de los psíquico en consciente e inconsciente es la premisa fundamental del psicoanálisis”.

Esto es, no hacer del hombre únicamente un ser de razón, sino un ser que participa de una doble esencia o naturaleza inseparable aunque opuesta: la razón o parte consciente y la sinrazón o parte inconsciente o instintiva.

“Freud —expone Marcuse— desarrolló una teoría del hombre, una ‘psico-logía’ en el sentido más estricto. Con esta teoría, Freud se situó a sí mismo en la gran tradición de la filosofía y bajo un criterio filosófico. Nuestra preocupación no se dirige a lograr una correcta o mejor interpretación de los conceptos freudianos, sino a sus implicaciones filosóficas y sociológicas…”.

La racionalidad del hombre, de acuerdo con Marcuse, no forma parte de su naturaleza, sino le es impuesta desde fuera: así, “el animal hombre llega a ser un ser humano solo por medio de una fundamental transformación de su naturaleza…”. La civilización es la que realiza tal metamorfosis.

Mi punto de vista sobre este aspecto fundante de la teoría de Marcuse difiere en un sentido básico: si el hombre es capaz de crear la civilización es porque ya trae en sí mismo, en su propia naturaleza (physis), la inteligencia o razón.

Esto es, la Naturaleza (physis) del humano contiene una doble esencia: la racional y la irracional. La primera ha sido considerada como “humana”; la segunda, como “animal”.

Siguiendo la postura de Nietzsche, la Naturaleza (physis) del humano está compuesta por lo apolíneo (razón) y lo dionisíaco (sinrazón: instinto). Ambas deben ser consideradas como “humanas” y estudiadas con idéntico rigor, aunque el lado dionisíaco o instintivo (animal, de acuerdo a la filosofía tradicional) haya sido relegado, marginado y no considerado como objeto digno de estudio dentro de la filosofía en mención.

El hombre es, así, tal y cual lo afirma Freud: razón e instinto; su naturaleza dual contiene lo “consciente” y lo “inconsciente”. En ningún momento apunta Freud que lo “consciente” o “racional” le sea impuesto al hombre por una fuerza ajena a su propia naturaleza, sino por una fuerza imperiosa que forma parte de ella, que esclaviza y domina, o trata de dominar, lo “inconsciente”, “irracional” o “instintivo”.

Porque, ¿de dónde iba a surgir la civilización sino del mismo hombre, de su misma naturaleza que lo conforma?

De este modo, la Naturaleza racional, intrínseca al hombre, crea la civilización que se impone y esclaviza a su otra naturaleza no menos intrínseca: la instintiva o animal.

Ello obedece a necesidades biológicas y psíquicas del humano como tal: un “ser deficitario”, un “precocial (nidífuga), desvalido y dependiente”, como consecuencia de su “nacimiento fisiológicamente prematuro”, de acuerdo a las últimas teorías biológicas y fisiológicas.

Es una verdad básica que el hombre sufre una retardación biológica, fisiológica y psíquica por su prematuro nacimiento. Esto conforma en gran medida su ser, su esencia, la que lo lleva a la necesidad de crear un “útero social” denominado civilización, que lo protege pero al mismo tiempo lo agrede, al reprimirle su naturaleza instintiva, de por sí egoísta.

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