Castillo (1934-1967) es el poeta de quien Luis Cardoza y Aragón escribió: “Se diría que le dolía Guatemala, pero sin dolor local; con dolor sin límites, con indignación humana. Es un poeta del amor”.
Es quizás por esa razón que durante las marchas se convirtió en la voz de los indignados contra el sistema de corrupción vigente.
La poesía de Castillo “sobrevuela todos esos territorios de necesidades y basura. Ese sobrevolar coloquial constituye un acontecimiento lírico sereno y sin gemidos”, describió Cardoza y Aragón.
Es un escritor que no hizo alarde de la técnica y se centró en la búsqueda de la justicia, el amor, la vida cotidiana y su experiencia política, comenta el también poeta Enrique Noriega.
En las pancartas que alzaron los manifestantes durante las protestas recientes frente al Palacio Nacional de la Cultura destacó el verso que inmortalizó a Otto René Castillo: “Vamos patria a caminar yo te acompaño”, como un clamor perenne.
Otto, no Miguel
“ Sobre la muerte de Otto, la versión que me contaron es que un capitán del Ejército de Guatemala, que desconozco su nombre, había dicho que él dirigió la tortura e interrogatorio de Otto y sus compañeros. En la clandestinidad; Otto utilizó el seudónimo de Miguel, pero cuando el militar le preguntó su nombre se identificó como Otto René Castillo”, escribió su hermana Zoila a Patrice, el hijo de Castillo que nació en Alemania. La carta fue reproducida en la tesis Otto René Castillo, su vida y su obra, de Lorena Castillo Cabrera, de la Universidad de San Carlos.
“Con que vos sos el poeta que decís que los coroneles orinan en los muros de la patria… con que vos sos el que se quedará ciego para que la patria vea…. Así que vos te quedarás sin voz para que Guatemala cante”. Con estas líneas, la tía parafraseó las palabras del capitán que torturó a Castillo.
Con una hoja de afeitar asegurada en una vara de bambú le cortaron la boca, las mejillas, el cuello, los ojos y los brazos.
Mientras él permanecía atado de pies y manos, su torturador repetía cada frase de “Vamos patria a caminar”.
La partida de defunción asentada el 20 de marzo de 1967 dejó constancia de su muerte: “Otto René Castillo, de treinta y tres años de edad, filólogo, hijo de Juana de Dios Castillo Mérida, originario de Quetzaltenango y vecino de ese lugar; según informe del auditor en despacho, falleció en la finca Quebrada Seca, aldea Santiago, Gualán, Zacapa, a consecuencia de lesiones con arma de fuego”.
El documento detalló que lo fusilaron sentado porque le rompieron las piernas.
Cuando lo capturaron durante un combate en la Sierra de las Minas, junto a su compañera Nora Paiz, fue herido. Ambos militaban en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Dos años antes, en 1965, en medio de sus constantes exilios, estuvo a punto de subir a la montaña para rodar un reportaje cinematográfico en los destacamentos de las FAR.
El cine lo cautivó después de conocer al director holandés Joris Ivens, durante su estadía en Leipzig, en donde Castillo gozaba de una beca en la facultad de Letras.
Si sus poemas son buscados por las nuevas generaciones, comenta Gladys Tobar, directora del Instituto de Estudios sde Literatura Nacional de la Universidad de San Carlos, es porque “sus versos traducen no solo los sentimientos de una persona, sino los de una comunidad. Reflejan su posición ante la existencia misma, cuando escribió: ‘¡Hermosa encuentra la vida quien la construye hermosa’!”.