MACROSCOPIO
No seremos pasmados
Apenas a solo una semana de la segunda vuelta electoral, la decisión del pueblo de Guatemala está entre dos opciones que son diametralmente opuestas y en este caso no es cuestión de ideologías, sino que son las hojas de vida y actuar de los dos candidatos.
Al candidato Jimmy Morales se le ataca por no tener experiencia, y la candidata de la UNE se jacta de una amplia experiencia.
Veamos algo de su experiencia. Recién tomó posesión el gobierno de la UNE, el ministro de Gobernación de ese entonces, conjuntamente con la señora Sandra Torres, declaró que Gobernación tenía exceso de presupuesto y trasladaron fondos a los programas de Cohesión Social. Como resultado, las patrullas se quedaron sin gasolina, neumáticos y repuestos; los policías, sin botas ni uniformes. De plano en esto sí no tiene experiencia Jimmy.
El programa de Cohesión Social fue prácticamente el poder paralelo que utilizó Torres para saquear diferentes ministerios y usarlo en su sistema clientelista, llegando a ser la SCEP y Fonapaz, en ese tiempo encabezada, primero, por Orlando Blanco Lapola y, después, por Jairo Flores, los instrumentos idóneos para lograr las transferencias que a la fecha se reflejan en el pésimo estado de carreteras, caos hospitalario y carencias estructurales en educación. De plano en eso no tiene experiencia Jimmy.
La señora se dio el lujo de presentar un informe de “rendición de cuentas al Congreso”, como si fuera el presidente; así lo cita Juan Alberto Fuentes Knight en su libro. Lo que no sabemos es por qué no denunció estos hechos cuando estaba a cargo del Ministerio de Finanzas. En ese mismo libro, Fuentes cuenta cómo ella dirigía las juntas de Gabinete, violando flagrantemente la Constitución. De plano en esto no tiene ninguna experiencia Jimmy.
Por sus pasadas autoritarias acciones, la candidata de la UNE se perfila como una dictadora. El doctor Carlos Sabino define en su excelente trabajo titulado Falsos Demócratas: “Para que una dictadura sea aceptada en este siglo se requiere, eso sí, que organice bien una farsa democrática. La receta es sencilla: hay que ganar primero una elección aceptando las reglas del juego y después, desde el mismo Estado, se van invadiendo y controlando los demás poderes. Se altera el proceso electoral —mediante presiones, dádivas enmascaradas de programas sociales y cambios al padrón de votantes— y ya está: se pueden ganar las elecciones subsiguientes, se tiene un congreso dócil y el gobernante puede ir cambiando la Constitución y las reglas del juego para permanecer indefinidamente en el poder”.
Estamos seguros que de llegar a la Presidencia, de inmediato emulará a Evo Morales, a Rafael Correa, a Daniel Ortega, ya sin importarle la comunidad internacional y la opinión de entes inútiles como la OEA, la ONU, y otros que ya son los más tolerantes con las dictaduras.
Vemos cómo la candidata —durante su matrimonio— gobernaba violando la Constitución; y como resaltara un matutino el día de ayer, donde dice que la camarilla gobernante alteró el orden constitucional, por lo que se debería aplicar el artículo 186, inciso A de la Constitución, que dice literalmente: “No podrán optar al cargo de Presidente o Vicepresidente de la República: a) El caudillo ni los jefes de un golpe de Estado, revolución armada o movimiento similar, que haya alterado el orden constitucional, no como consecuencia de tales hechos asuman la jefatura de Gobierno”.
Aquí es donde volvemos a ver la falta de vigilancia constitucional del Tribunal Supremo Electoral. Pero en esta ocasión no nos quedaremos pasmados…
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