“El viaje fue difícil, lleno de dolor, sufrimiento y dificultades”, explica Hamido, que salió por Turquía, donde dejó a su familia, y después voló a Egipto para buscar allí trabajo.
“No encontré empleo ni en Turquía ni en Egipto, así que vine a Gaza buscando trabajo”, cuenta, sin explicar de primeras el otro motivo para su traslado: haber conocido en El Cairo a una periodista gazatí de la que quedó enamorado.
No es el único sirio que ha acabado en Gaza. Según el Ministerio de Trabajo de la Franja, desde el comienzo de la crisis siria han llegado al territorio cerca de 300 familias de refugiados, de las cuales 28 son sirios y el resto, medio sirios medio palestinos.
La mayoría de ellos no contaban con que la guerra en Siria se prolongaría varios años y creían que podrían volver pronto a su país, tras cambios políticos rápidos y reales.
Sin embargo, se encontraron en un enclave cerrado a cal y canto, donde volvió a alcanzarles la guerra el verano del 2014, con constantes bombardeos israelíes y destrucción durante 51 días.
“La guerra israelí contra Gaza del pasado año fue horrible, larga y dura, pero no es nada comparado con la guerra interminable que sufre Siria”, dice este cocinero profesional, que terminó casándose en Gaza y abriendo recientemente en la capital su propio restaurante, Soriana, un éxito entre sus compañeros refugiados y entre los palestinos.
“Abandoné Alepo en el 2012, cuando los bombardeos se intensificaron y después de perder mi casa y mi restaurante. Mi familia se había ido a Turquía seis meses antes. Caminé setenta kilómetros hasta que llegué a una zona a salvo, llamada Aaza, donde no había bombardeos, y luego crucé a Turquía”, narra.
En aquella época la mayoría de refugiados eran instalados en campos de tiendas y recibían ayuda de organizaciones humanitarias, tras lo que debían optar por instalarse en Turquía, tratar de volar a Europa o ir a Egipto y otros países árabes donde el idioma podía facilitar encontrar trabajo.
“En el Cairo me encontré con un palestino que me dijo que un amigo suyo iba a abrir un restaurante en Gaza y me pidió que fuese allá. ¿Estás loco?, le contesté: No huí de Siria para ir a la guerra en Gaza”, explica.
Más tarde conoció a la que sería su esposa, lo que le dio el empujón que le faltaba para viajar a la Franja palestina ilegalmente a través de un túnel.
Las familias sirias refugiadas han establecido una asociación en Gaza, encabezada por Anas Qaterji, también de Alepo y que explica cómo muchos tratan bien de volver a Siria, bien de emigrar a Europa.
La asociación trata de ayudarles a encontrar trabajo, darles la ayuda que necesitan al principio y asegurar que puedan tener cierta calidad de vida hasta que se acabe la crisis en su país.
Uno de los problemas de estar en Gaza es que no pueden salir, sobre todo desde que Egipto destruyó cientos de los túneles de contrabando y mantiene cerrada su frontera en Rafah.
“Necesitamos dejar Gaza para ver a nuestras familias que están en Turquía y en otros países. Aquí está la Onu, pero no hay ninguna organización que se ocupe de los refugiados sirios” , lamenta.
Lucha
Asma Kasar, una refugiada casada con un palestino y con dos hijos, no ha logrado encontrar trabajo desde que abandonó su país para acabar en el campo de refugiados de Gaza de Al Bureij a finales del 2011.
“No hemos podido pagar el alquiler desde hace meses. Son US$145 mensuales a los que hay que añadir la electricidad y el agua, que son otros US$26”, lamenta, antes de señalar que la organización de la Onu para los refugiados palestinos UNRWA, le ayuda a pagar parte del alquiler.
Según ella, las mujeres sirias casadas con palestinos llegadas a Gaza no reciben ayuda financiera, bajo el pretexto de ser una familia palestina y, por tanto, no calificar para recibir la ayuda destinada a los sirios.
La Franja de Gaza tiene una población de 1.9 millones de habitantes, dos tercios de los cuales son ellos mismos refugiados palestinos, y está gobernada por el movimiento islamista Hamás, que tomó el control del territorio por la fuerza en el 2007 tras expulsar a las fuerzas leales a la Autoridad Nacional Palestina.
Desde el 2007 vive un férreo bloqueo impuesto por Israel y secundado por Egipto que ha desmantelado su economía, aumentado el paro a un 43 por ciento y hecho de ella un destino aparentemente poco acertado para encontrar refugio y, especialmente, trabajo.