“Con seguridad los 13 desaparecidos que estaban en el depósito al momento de la ruptura difícilmente serán encontrados aún con vida, lamentablemente tenemos que reconocer eso”, declaró.
Hay otras 15 personas desaparecidas, de varios poblados en torno a Mariana –pequeña ciudad histórica de Minas Gerais– donde ocurrió el desastre el jueves.
Según Pimentel, esas personas podrían haber alcanzado a escapar de la poderosa ola de barro o estar aisladas en alguna localidad sin que hasta ahora hayan sido contactadas.
“No le quiero quitar la esperanza a nadie, puede que consigamos a alguien con vida, pero a medida que va pasando el tiempo la esperanza va disminuyendo”, reconoció.
Hasta ahora el balance oficial es de dos muertos y 28 desaparecidos después que el jueves por la tarde cedieran los diques de dos embalses con millones de metros cúbicos de agua y desechos de la extracción de mineral de hierro de la empresa Samarco, un joint venture entre la gigante brasileña Vale y la australiana BHP Billiton.
Un tercer cuerpo fue visualizado en el cauce del río, pero los bomberos aún no confirmaron si se trata de una nueva víctima del deslave.
Sigue la búsqueda
En la mañana del domingo, equipos de rescate reiniciaron la búsqueda en al menos ocho poblados en torno a Mariana, distante a unos 75 km en línea recta desde la capital del estado, Belo Horizonte.
La búsqueda había sido suspendida la noche del sábado “porque es un lugar de muy difícil acceso y de mucho riesgo”, explicó el alcalde de Mariana, Duarte Gonçalves Junior. Además ha llovido fuerte en la zona y eso dificulta las operaciones de rescate.
Helicópteros, vehículos, equipos especializados de las fuerzas públicas y perros trabajan en los operativos.
“Todas las comunidades fueron visitadas por medio aéreo. Llevamos médicos, agua, comida”, relató por su parte el comandante general de Bomberos de Minas Gerais, coronel Luiz Gualberto Moreira.
Uno de los pueblos donde se rastrea es Bento Rodrigues, de 620 habitantes, que quedó totalmente cubierto por esa especie de arena movediza.
Medio millar de personas de ese lugar ya fue rescatada con vida y, tras lavarse con agua y jabón para librarse del fango y los residuos del mineral, fueron conducidos a albergues y hoteles en Mariana.
El trabajador de Samarco Marcelo José Felicio, de 30 años, busca a su madre, una anciana que aparentemente no pudo escapar de la ola de barro que se comió al pueblo de Bento Rodrigues.
“Dicen que entró a la casa a buscar alguna cosa. Cerró la puerta y salió. Un chico que vive cerca la vio corriendo, pero como es anciana no pudo avanzar más y el barro se la tragó. Hasta ahora no sé donde está”, dijo Felicio a la AFP.
Además de arrasar con todo a su paso, la enorme ola de agua, tierra y desechos minerales causó un “enorme daño ambiental”, según uno de los investigadores de la fiscalía del estado.
Este domingo, BHP dijo en una nota que está apoyando a Samarco y que su director ejecutivo, Andrew Mackenzie, visitará el lugar del incidente esta semana para re
unirse con representantes de Samarco, autoridades y miembros de la comunidad.
“Nuestra prioridad es ayudar a Samarco a responder de manera segura y eficiente a esta terrible tragedia”, declaró Mackenzie citado en una nota este domingo.
No hay certezas sobre las causas del deslave. Samarco asegura que los embalses habían sido sometidos a fiscalización en julio de 2015 y que “se encontraban en total condición de seguridad”.
Sin embargo, la fiscalía de Minas Gerais investigará si los controles técnicos de las estructuras y las medidas de seguridad estaban en regla.
Poco antes de la tragedia se registraron pequeños temblores en la zona, algo habitual en Brasil. Pero expertos en sismología de la Universidad de Sao Paulo estiman improbable que esos movimientos hayan causado la ruptura de los diques.
El último abrazo de un niño
Thiago Santos abrazó a su abuela Darci cuando comenzó el deslave. “¡Jesús ayúdame!”, fueron las últimas palabras del niño de siete años antes de que el lodazal se lo tragara para callar su voz.
Su nombre está en la lista de desaparecidos de Bento Rodrigues, el pueblo de Minas Gerais (sureste) que arrasó la furia del tsunami generado por el colapso de dos embalses con desechos de mineral de hierro y agua.
“Mi vida acabó, antes luchaba por él, salía a trabajar por él, para darle un futuro. Ahora no tiene sentido, continuar para qué”, se pregunta devastada su madre de 28 años, Geovana Aparecida Rodrigues, con los ojos rojos de tanto llorar.
La abuela, Darci Francisca dos Santos, de 58, sobrevivió, fue hallada a 500 metros de su casa y se recupera ahora en el hospital.
Geovana pasa gran parte de la semana fuera de Mariana, la ciudad más cercana a Bento. Trabaja como soldadora en una zona próxima a Sao Paulo, unos 650 kilometros al sur. Darci cuidaba de Thiago de lunes a viernes en Bento, donde el niño iba a la escuela.
Los fines de semana madre e hijo los pasaban juntos.
Uno de los mayores temores del niño, recuerda la madre, era precisamente morir ahogado. En una oportunidad, Geovana saltó al agua para rescatarlo de una piscina honda en la que se lanzó para buscar una pelota.
“Ese día me dijo: 'mami, casi morí pero me salvaste'. Está vez no pude salvarlo”, se reprocha sollozando.
Ese fatídico jueves, el niño ya estaba en casa cuando comenzó el deslave: 55 millones de metros cúbicos de desechos mineros mezclados con siete millones de metros cúbicos de agua se lanzaron para destruir 80% de Bento Rodrigues.
“En el momento en que oyeron el ruido del agua su abuela se le acercó y lo abrazó en el cuarto mientras entraba el lodazal. Ahí comenzó: ¡Jesús ayúdame!, ¡Jesús ayúdame!… hasta que no lo escuchó más, el lodo se lo había tragado”, narró Geovana a la AFP.
No está claro por qué no salieron corriendo, por qué optaron por quedarse en casa. La abuela recién se recupera.
En todo caso, y aunque aún le queda una pizca de esperanza —”para Dios nada es imposible”, rezó—, Geovana pasas las horas llorando a su hijo.