Revista D

Genio de la Medicina 

A un siglo del descubrimiento de la oncocercosis, recordamos el valioso aporto del galeno guatemalteco Rodolfo Robles Valverde.

El médico Rodolfo Robles — el segundo con saco oscuro en la fila central— rodeado de miembros del Instituto Pasteur en Francia, en la década de 1930.

El médico Rodolfo Robles — el segundo con saco oscuro en la fila central— rodeado de miembros del Instituto Pasteur en Francia, en la década de 1930.

A cien años de que el científico guatemalteco Rodolfo Robles Valverde (1878-1939) descubriera la oncocercosis en América, una feliz coincidencia se conmemora este 2015, con la entrega de la verificación internacional para que el país sea declarado territorio libre de esta enfermedad.

Fue en marzo de 1915 cuando Robles Valverde atendió en su clínica a un niño de ocho años a quien le extirpó un nódulo que se le desarrolló en la frente y en el que encontró gusanos de Onchocerca volvulus.

Este fue el primer caso detectado en América de esta enfermedad que afecta la visión, al extremo de causar ceguera y daños en la piel. El padecimiento ha aquejado a seis países latinoamericanos, 31 africanos y Yemen, en Asia, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Perfil

Robles Valverde, prominente médico, se caracterizó por ser “un enamorado de la ciencia”, según el libro Enfermedad de Robles, publicado por la Editorial Universitaria (1963). La investigación y la docencia lo acompañaron hasta el final de su vida. Este compromiso se reflejó en una serie de logros y reconocimientos que acumuló a lo largo de su carrera profesional.

Nació en la ciudad de Quetzaltenango, el 14 de enero de 1878. Sus padres fueron Francisco Robles y Trinidad Valverde de Robles, quienes procrearon una familia de tres hijos: Francisco, Elisa y Rodolfo.

Desde pequeño tuvo clara la necesidad de ensanchar su visión del mundo. “Siendo muy joven pidió a sus padres salir a estudiar fuera de Quetzaltenango”, refiere el ginecobstetra Rodolfo Robles Pemueller, el mayor de dos únicos nietos.

Fue así como a los nueve años, Robles Valverde viajó a California, Estados Unidos, para estudiar en el colegio Santa Clara. Luego regresó a su natal Xelajú y se graduó de bachiller en Ciencias y Letras, a los 17 años, del Instituto Nacional de Varones de Occidente.

Continuó sus estudios superiores fuera del país, en Francia, conforme la revista del Colegio de Médicos, de marzo de 1978, dedicada al centenario de su nacimiento.

Estudió en la Escuela Preparatoria Superior de Ciencias en Rouan. A los 20 años obtuvo el diplomado en Física, Química y Ciencias Naturales.

Prosiguió con la carrera de Medicina en la reconocida Universidad de la Sorbona, en París. El 26 de julio de 1904 recibió el título de Médico y Cirujano con la tesis Los abscesos prevesicales, cita la misma revista.

El 3 de julio de 1905, de nuevo en Quetzaltenango, se incorporó oficialmente a la Escuela de Medicina de la Universidad de San Carlos (Usac), de acuerdo con el libro Enfermedad de Robles.

El joven profesional comenzó pronto su labor de servicio social. Fundó una policlínica y atendió cargos públicos, entre ellos, el de concejal de higiene en la municipalidad de Quetzaltenango, en 1905.

Durante su estancia en la ciudad de las luces conoció a Julia Herrera Dorión, hija de Carlos Herrera Luna (1856-1930), quien fue presidente de Guatemala de 1920 a 1921.

El 28 de julio de 1914 se casó con Herrera Dorión y procrearon al ginecobstetra Rodolfo Robles Herrera (1928-2015), con quien solo compartió hasta los 11 años. De una relación anterior, también en Francia, nació su hija Lollote.

Peculiaridades

“Mi padre relataba que mientras el abuelo —Robles Valverde— se rasuraba les hablaba a él y a su ahijado, Rodolfo Herrera Llerandi, en francés”, cuenta Robles Pemueller.

Además, revela que el científico era un tanto distraído, porque algunas veces se le olvidaba que tenía pacientes programados en el consultorio y se iba de caza, que era su deporte favorito.

“Quizá le hubieran diagnosticado déficit de atención”, dice su nieto, quien además comenta que en la familia son cuatro las generaciones que han llevado su nombre con mucho orgullo.

Otra peculiaridad de Robles Valverde era que cojeaba, como consecuencia de un accidente. De esa cuenta, “coleccionó interesantes bastones”, relata su descendiente.

Acerca de su personalidad, se recuerda que era estricto, disciplinado y, a veces, enojado. Robles Premueller agrega que también era necio, sobre todo cuando enfermó de neumonía.

“En ese entonces solo existía la penicilina y las sulfas. Se negó a que le recetaran las segundas, porque las consideraba un veneno alemán”, cuenta su nieto. El cuadro clínico se complicó con una insuficiencia cardíaca que le provocó la muerte a los 61 años. Murió el 8 de noviembre de 1939.

Altos reconocimientos

El científico fue catedrático de Bacteriología, Anatomía y Clínica médica en las facultades de Medicina y Farmacia de la Usac.

También fue diputado a la Asamblea Legislativa y Constituyente en varias ocasiones; Consejero de Estado y el primer decano de la facultad de Ciencias Naturales y Farmacia, en 1922, según la página de Cultura de la Municipalidad de Guatemala.

Entre las distinciones que recibió destacan, en 1923, la de Caballero de la Legión de Honor de la Universidad de París, por sus méritos académicos, y en el grado de Oficial, en 1926.

Además, fue miembro de una serie de entidades científicas de la época, entre ellas, la Sociedad de Anatomía de París, Sociedad de Medicina e Higiene Tropical, Sociedad Académica de Historia Natural y Zoología, de París.

El descubrimiento

Fue en la víspera de la Semana Santa de 1915 cuando Robles Valverde, entonces de 37 años, dio a conocer su descubrimiento.

Alberto Ruiz Aguilar, de ocho años, originario de Patulul —entonces jurisdicción de Sololá— se presentó a su clínica, en la 11 calle de la zona 1. Estaba casi ciego, con un tumor en la frente, lo que motivó al galeno a investigar el caso.

Extirpó el tumor, lo dividió con el bisturí y con enorme sorpresa observó enrollada en un hilo diminuto, una hembra de filaria, la Onchocerca.

“Este tumor habría de darme la clave de un asunto que, sin duda, va a llamar profundamente la atención. Es indiscutiblemente un hallazgo feliz que nos permitirá luchar contra un nuevo enemigo en las mejores y más ventajosas condiciones”, escribió más tarde, según el documento Enfermedad de Robles.

La primera publicación del acierto científico fue en el diario local La República, el 29 de diciembre de 1916. El titular fue: “Una enfermedad nueva en el continente ha sido diagnosticada en Guatemala”.

La madre de Ruiz Aguilar le comentó a Robles Valverde que en la zona donde residían había muchas personas con síntomas parecidos a los de su hijo.

El galeno se trasladó a la finca San Francisco Miramar, Patulul, donde residían los enfermos. Ese verano se dedicó a extraer más nódulos para investigarlos, relató años después en una carta Ruiz Aguilar, citado en el libro Enfermedad de Robles.

Robles Pemueller resalta el mérito de dos profesionales y amigos que apoyaron a su abuelo en esta magna tarea: Rómulo de León, estudioso de la mosca transmisora Simulium, y el oftalmólogo Rafael Pacheco Luna, quien hizo los primeros estudios de las lesiones oculares causadas por la oncocercosis.

Una estrella pendiente

Por los méritos de su descubridor, la oncocercosis también se llama enfermedad de Robles. Además se le identifica en Guatemala como erisipela de la costa, en México le llaman mal morado y le dicen ceguera de los ríos en África. 

Es la segunda causa de ceguera en el mundo, provocada por una infección, después del tracoma.

Esta enfermedad es producida por el gusano Onchocerca volvulus, que daña la piel y los ojos, al extremo de dejar ciegas a las personas.

Se transmite en estado de larva a través de la picadura de la “mosca canche” del género Simulium, que crece en los ríos de las fincas cafetaleras, a una altura entre los 500 a 1500 m.s.n.m.

La enfermedad se ha desarrollado en seis países de Latinoamérica, de los cuales Ecuador, Colombia y México han sido declarados libres, mientras que Guatemala espera este año su acreditación —que consiste en una estrella— otorgada por la OMS. Quedan pendientes Brasil y Venezuela.

Alba Lucía Morales, asesora educativa del Programa para la Eliminación de la oncocercosis en las Américas (OEPA), resalta que esta es una de las enfermedades que afecta a las poblaciones pobres, cuyas condiciones de salud persisten.

Una de las estrategias para su eliminación fue la metodología “Arte como puente para la salud”, donde animadores culturales se involucraron con las comunidades en actividades artísticas y educativas para concientizarlos en la ingesta de la pastilla Mectizán, señala Morales.

El médico guatemalteco Guillermo Zea Flores, quien investigó durante 35 años el combate de esta enfermedad en la región, comenta que uno de los principales aportes de Robles Valverde fue la descripción del ciclo de la enfermedad, el cual continúa vigente.

Hoy varias instituciones, colegios y una calle en Quetzaltenango llevan el nombre de Rodolfo Robles, así como también la máxima orden en el campo de la Salud, que anualmente entrega la Presidencia de la República.

Este año se llevaron a cabo una serie de festejos en honor a los dos acontecimientos. Entre estos, la edición de un sello conmemorativo y la XXV Conferencia Interamericana sobre la oncocercosis, celebrada el 18 y el 19 de noviembre en Antigua Guatemala.

Cronología

  • 1891.  El médico alemán Karl Georg Friedrich Rudolf Leuckart (1822–1898) descubre la morfología del parásito Onchocerca, en  Ghana, África.
  • 1915.  Robles Valverde encuentra la relación del parásito Onchocerca y el ciclo de la enfermedad hasta terminar en la piel y la ceguera.
  • 1935.  Se instauran las brigadas del Ministerio de Sanidad para controlar la enfermedad.
  • 1987.  Se formula   la Ivermectina (Mectizán), medicamento que actúa en el cuerpo y destruye los parásitos.
  • 1995. Organizan  programas conjuntos para el control de la oncocercosis en 19 países del mundo.
  • 2015.  Se le otorga el premio Nobel de Medicina a los descubridores de la Ivermectina, el japonés Satoshi Omura y el irlandés, William C. Campbell. Este  también actúa en la elefantiasis.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: