LA BUENA NOTICIA

Adviento

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La Iglesia asigna un tiempo de al menos tres semanas a la preparación espiritual de los fieles para la celebración de la Navidad. Lo llama el tiempo del adviento. La palabra deriva del latín y significa “tiempo de la venida”. Se refiere a la venida del Hijo de Dios cuando nació de la Virgen María. Pero se refiere también a su segunda venida al final de la historia. Causa perplejidad que la Iglesia invite a los fieles a prepararse espiritualmente a celebrar ese acontecimiento pasado mirando hacia un acontecimiento futuro. Cada adviento se convierte así en una especie de ensayo para el encuentro definitivo con el Señor y la Navidad en un símbolo de su venida futura. La combinación de esas dos venidas de Cristo tiene su lógica. Los cristianos no esperamos el nacimiento del Mesías, que ya ocurrió. Esperamos su venida futura, cuando se completará la salvación ya iniciada. Acoger a Cristo espiritualmente por la fe en la memoria de su nacimiento es anticipo para acogerlo cuando venga en su gloria.

Pero, ¿qué significa esa esperanza cristiana de que Jesús volverá glorioso para llevar a plenitud la salvación que inició con su muerte y resurrección? ¿Es creíble semejante esperanza? ¿Qué seriedad puede tener una creencia que ha suscitado, a lo largo de la historia del cristianismo, charlatanes empeñados en anunciar sin éxito la fecha de la venida de Cristo, a pesar de que el mismo Jesús dijo que esa fecha era incalculable?

Cuando Jesús y los apóstoles en los diversos escritos del Nuevo Testamento anuncian la venida gloriosa del Hijo de Dios, sacan una consecuencia: hay que asumir con seriedad y responsabilidad moral esta vida y las realidades de este mundo, para poder salir con la cabeza en alto al encuentro con el Señor cuando vuelva. En cambio, los charlatanes, como proponen fechas muy próximas al presente para la venida del Señor, sacan otra consecuencia: no vale la pena afanarse en las cosas de este mundo que está por sucumbir. Hay que temer las catástrofes que están por ocurrir y retirarse al desierto a la espera del Señor. La primera esperanza suscita la responsabilidad y la laboriosidad; los cálculos de la fecha suscitan el temor y la holgazanería.

La esperanza cristiana de que Jesús volverá glorioso al final de los tiempos pone un término a la historia humana. Cuando pensamos que el tiempo histórico carece de rumbo, le damos la circularidad del tiempo cósmico. Pero si el tiempo histórico tiene una meta, quien actúa en vistas de esa esperanza sabe que todo lo que acontece y todo lo que hace tiene un propósito, tiene sentido. En la cosmovisión cristiana el sentido le adviene al tiempo histórico del futuro, de ese acontecimiento sin fecha conocida pero con consistencia real que es la plenitud y la gloria que le llegará con Jesús. La credibilidad de semejante esperanza es la misma que tiene el acontecimiento de la resurrección. Si la resurrección de Jesús es cierta, su segunda venida es indudable. Preparemos entonces la Navidad fortaleciendo con responsabilidad operante la conciencia de ese futuro de Dios hacia el que nos encaminamos.

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