Aunque el acoso no es solo para las mujeres, en menor número, los hombres también enfrentan esta situación. Los expertos insiste que en la familia y la comunidad es importante trabajar por educarnos en que el acoso no es normal ni natural para la convivencia.
Las mujeres que sufren de acoso sexual podrían llegar a sentirse que la otra persona tiene algún tipo de autoridad y derecho sobre ellas, disminuir su autoestima e incrementar los pensamientos de miedo.
En Guatemala lamentablemente no existe una ley que lo persiga como delito. Actualmente se tiene la iniciativa de ley 5280, que busca aprobar las reformas a la Ley contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas, pero sigue en el Congreso de la República sin pasar la aprobación, explica Ana Lissette Pérez Garavito, profesional de la Defensoría de la Mujer.
También explica que todos los tratados y convenciones tienen supremacía sobre la ley nacional y cada vez que el Estado de Guatemala firma en éstos se tiene que reformar su legislación, pero en Guatemala no se encuentra este proceso en el tema de acoso sexual y no existe tipificado como delito.
Lo más cercano que se encuentra el la Ley contra femicidio y otras formas de violencia en contra de la mujer, Decreto 22-2008 en el que se especifica el ámbito público, al explicar la relación entre la víctima y agresor cuando esta se da en espacios de trabajo, en la calle y los vecinos, por ejemplo.
Las denuncias que se han puesto en el Ministerio Público se han basado en esta ley bajo el delito de Violencia Psicológica. “En un monitoreo en el 2018 de la PDH a la Fiscalía de la Mujer se tienen 17 casos en el 2018, 6 en investigación, otros 6 con solicitud a juicio y el resto las víctinas no han seguido el proceso”, agrega Pérez.
Ana Silvia Monzón, socióloga, expresa que si se requiere una ley para poner en evidencia este problema, además de otras acciones como la educación. “Una educación integral en sexualidad sería un mecanismo positivo en el que niños, niñas y adolescentes aprendan cómo es su cuerpo y por medio del cual conozcan sus derechos para evitar estas situaciones”, agrega Monzón.
¿Qué hacer?
En las diferentes instituciones se recomienda tener una ruta de denuncia y códigos de conducta que ayuden al proceso. De esta manera se fortalece la comunidad y se establecen cómo actuar en el momento que suceden acciones incorrectas.
Un ejemplo de ello, es la iniciativa reciente del Ministerio Público que cuenta con un protocolo de atención a casos de acoso sexual en el ámbito laboral para sus trabajadoras. En la misma se permite un seguimiento a las denuncias de acoso sexual, a través de instancias disciplinarias y con sanciones para los agresores.
Por lo general acercarse en un primer momento al departamento de recursos humanos o autoridades es importante a manera de establecer acuerdos y sanciones para frenar esta situación.
Si aquí no se tiene ninguna solución se tendría que ir a otras instancias. En los siguientes números podría tener más información.
- Procuraduría de los Derechos Humanos, teléfono 1555
- Ministerio Público, teléfono 2411-9191
Caso en el extranjero
Asia Blackwell, ciudadana estadounidense residente en Guatemala con una licenciatura en Estudios de Género y otra en Antropología de la Universidad de Indiana, comenta que en su país en lo que respecta a la discriminación y el acoso sexual se cuenta con una legislación. El Título VII de la Ley de Derechos Civiles de 1964 trata específicamente sobre la discriminación en el empleo y prohíbe a los empleadores o empresas discriminar a los empleados durante el reclutamiento, la promoción y la retención por motivos sexo.
El Título VII se extendió a los gobiernos estatales y locales mediante la Ley de Igualdad de Oportunidades en el Empleo de los Estados Unidos de 1972. La comisión que vela por esta última declaró que el acoso sexual en el lugar de trabajo “tiene el propósito o el efecto de interferir de manera irrazonable con el desempeño laboral de una persona o crear un entorno laboral intimidante, hostil u ofensivo”. Sin embargo, el acoso todavía es común y pasa frecuentemente, agrega Blackwell.
“Por esta razón, dentro de la administración pública debemos colocar un significado clave en el manejo de recursos humanos con un enfoque en la diversidad. Necesitamos espacios seguros y amigables para cada empleado… igual que la medicina, es más fácil y más económico prevenir la situación que tratar el problema”, dice la antropóloga.
También insiste en que las formaciones sobre diversidad y género están dirigidas casi siempre a mujeres y aunque es beneficioso, se debe poner mayor énfasis en la inclusión de los hombres en la discusión sobre el acoso sexual. “Necesitamos que nuestros hombres sean mejores representaciones de la masculinidad positiva”, concluye.
Blackwell comparte que durante dos años, trabajó en un centro y fue víctima de acoso sexual repetitivo. “Las diferencias culturales con las que no estaba acostumbrada permitían que los hombres me tocaran sin mi permiso, que me gritaran cosas, entre otras experiencias. Todavía me encuentro reflexionando sobre lo que podría haber hecho diferente”, dice. También asegura que el acoso sexual es violencia y no debe permitirse en Guatemala ni en ningún otro país.
“¿Por qué no estamos cuestionando el comportamiento de los hombres? ¿Por qué no estamos manteniendo a nuestros hijos a un nivel más alto? ¿Por qué no estamos educando a nuestros niños, nuestros jóvenes y nuestros hombres para que sean mejores? Es una solución simple con un impacto enorme”, concluye.
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