HORRORES IDIOMATICOS
Los Tatas
En mis dos columnas anteriores mencioné a Tata Lapo y a Tata Pinquín y varios lectores me han preguntado el porqué de dicho apelativo.
Aquí va la explicación: En esta sufrida patria nuestra, la gente del campo llamaba, y aún llama en ciertas regiones, tata al padre y tata noy al abuelo, como lo registra don Lisandro Sandoval en su diccionario de guatemaltequismos (1942). También les decían Tatas a los personajes —y no digo “importantes”, pues sería redundancia ya que todos los personajes lo son— que para bien o para mal fueron figuras históricas guatemaltecas.
De Tata Lapo ya conté que era el general Serapio Cruz, liberal que armó una revolución en contra del conservador Cerna, sucesor de Carrera. Cuando lo vencieron, lo decapitaron y pasearon su cabeza por las calles de la capital hasta dejarla expuesta en la capilla de un antiguo cementerio que ya no existe. De ahí el dicho “del tiempo de Tata Lapo” para referirse a algo viejo. Igualmente hablé de Tata Pinquín, un personaje real, del que se relataban muchas historias, entre ellas, las del docto escritor don Adrián Recinos en sus Cuentos populares de Guatemala. Mencioné a Tata Rufo, el general Justo Rufino Barrios, apodado “el patrón”, y por los conservadores “la pantera”. Tata cura era el tratamiento de respeto a cualquier párroco de pueblo.
También hubo (no se dice “hubieron” pues el verbo está usado como impersonal y solo se conjuga en la 3ª. persona del singular) otros Tatas famosos. Uno de ellos fue Tata Bucho —Tiburcio Estrada— popular “cómico de la legua”, que trató infructuosamente en el siglo XIX de hacer teatro en Guatemala y paró recorriendo buena parte del país poniendo en escena comedias en las que no se lucía como muy buen actor precisamente. De él habla en su libro Tiempo Viejo, publicado en 1896, don Ramón A. Salazar. Todavía en el siglo XX lo recordaban.
Tata dios (¿…?-1968), cuyo verdadero nombre era Roberto Isaac Barillas, fue un temido criminal que “solo mataba cuando se emborrachaba y perdía la conciencia”. Estuvo treinta años en la cárcel, torturando a quienes le ordenara el tirano de turno. Cumplida su condena se rehusó a salir de la prisión y se negó a ser indultado en las Semanas Santas en que se permitía a un preso quedar libre, en recuerdo de Jesús y del guerrillero Barrabás. De él se han ocupado varios historiadores, entre ellos los licenciados Manuel Coronado Aguilar, Efraín Aguilar Fuentes y Ariel Batres Villagrán. “Tata Juan” fue otro verdugo, al servicio de Barrios y Barrundia. Lo llamaban “el decano de la penitenciaria” según relata el escritor Guillermo F. Hall, quien estuvo preso allí.
Con veneración y cariño nombraban Tata Chus” a Jesús. Recuerdo a papá diciéndome cuando era una niña: “Vamos a ver la procesión de Tata Chus montado en la borriquita”.
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