“Al acercarnos a una de las áreas afectadas, observamos que dentro de una zanja de considerables dimensiones, eran lanzados muchos de los cadáveres rescatados”, relata Girón.
“Una de las personas que dirigía las acciones de sepultura colectiva de las víctimas, indicó que se tenía que incinerar los cuerpos, porque su descomposición hubiera agravado la emergencia con propagación de enfermedades”, recuerda el periodista.
#Terremoto1976 | Jorge González Hernandez, sobreviviente. Conozca más en ► https://t.co/C6qSqhWrPf Foto: E. Ávila pic.twitter.com/BX4I4IJt49
— Prensa Libre (@prensa_libre) February 4, 2016
Añadió que el encargado de la sepulturas llevada gasolina en depósitos plásticos, luego la lanzó sobre los cadáveres para incinerarlos. “En esos días, los cuerpos no se podían reclamar, porque familias enteras murieron entre los escombros”, recordó Girón.
Luis Álvarez, historiador, comentó que en el cementerio de la cabecera de Chimaltenango se cavó una fosa de cien metros de largo por tres de profundidad, en la que se sepultaron a más de mil 500 personas, ya que muchas de las víctimas no fueron identificadas y se carecía de ataúdes y nichos.
“Las autoridades de esa época llegaron a un acuerdo con los propietarios de una finca ubicada a un costado del cementerio actual, para que se pudieran hacer la fosa. Años después, la municipalidad construyó nichos encima de esa sepultura, por falta de espacios”, aseguró Álvarez.
El historiador agregó: “Lo que más recuerdo es la solidaridad de los vecinos, ya que muchas personas colaboraron para abrir la fosa, no fue con maquinaria. Lo que me conmovió fue observar a los familiares llorar cuando inhumaban a sus parientes”, dijo.
Según datos oficiales, los municipios más afectados por el terremoto, en Chimaltenango, fueron San Martín Jilotepeque, San Juan Comalapa, Tecpán Guatemala, San José Poaquíl, El Tejar y en la cabecera.
“Recuerdo aquel angustioso amanecer que se vivió en Guastatoya, ya que no había energía eléctrica y agua entubada; además, pocos vehículos que quedaron en buenas condiciones”, recordó Félix Morales, quien en la actualidad es encargado del cementerio general de ese municipio.
Explicó que una fosa de unos cien metros de largo por dos de ancho y 3.50 de profundidad, fueron inhumadas decenas de cadáveres.
Manuel Gilberto Calderón, gobernador de El Progreso, recordó de igual manera aquel trágico día. “Cuando empezó a temblar me levanté de la cama y llegue al picop que mi papá me había regalado, con el fin de encender las luces y verificar si todos estábamos bien”, manifestó.