HORRORES IDIOMATICOS
Directo al Averno
Mi colaborador, Titivillus, el simpático diablillo medieval encargado de cargar con las almas de todos aquellos que hablan mal y escriben peor a uno de los antros del infierno, se presentó en mi casa con un anuncio de alquiler de aviones.
—Necesito un aparato con gran capacidad de almacenamiento para llevar todos los costales que tengo llenos a su destino —me dijo—. Ya no puedo acarrearlos a cuestas ni transportarlos en carretas. Son demasiados. Me pareció que exageraba y se lo hice saber. —¿Tú crees? —me respondió, y sacó de su morral de cazador de gazapos gramaticales, que no de conejos tiernos, una interminable lista de apuntes garrapateados a toda carrera y miles de recortes de prensa.
—Observa — exclamó indignado— esa cantidad exorbitante de errores que he recogido con solo darme una paseada por las oficinas del Estado, los canales de televisión, las emisoras de radio y las escuelas y colegios de la nación. También estoy encargado de los yerros que se cometen en los demás países de habla hispana, pero esos quedarán para otra ocasión. Saqué al azar unos cuantos anuncios de prensa, entre ellos uno de colchones, que rezaba “renove” usted sus colchones, en lugar de “renueve” que es lo indicado. En otro hablaban de “especies” para cocinar en lugar de “especias” y en uno más se leía que tenían “marquezas” para poderse acicalar bien. Pensé que en primer lugar, “marquesa” se escribe con “ese” y en segundo no significa “tocador”, es decir, mueble con espejo para poner los afeites (cosméticos) que usamos las mujeres para maquillarnos —para hacernos el truco (per fare il trucco) como dicen los italianos—. Marquesa es en español castizo un título nobiliario.
Luego vi una inmensa colección de “guatemaltecos y guatemaltecas, todos y todas, niños y niñas, ciudadanos y ciudadanas, amigos y amigas”, etc., todas redundancias, pues en español el masculino engloba al femenino cuando se habla de ambos sexos. —Solo falta— refunfuñó Titivillus— que digan que hay que evitar que haya perros callejeros y perras callejeras, que se vende alimento para palomos y palomas, que si quiere dormir mejor compre almohadas de plumas de pato y plumas de pata, pues son más sabrosas que las de plumas de ganso y las de plumas de gansa, que algunos tigres y tigresas son devoradores y devoradoras de hombres y mujeres… en fin… la colección de redundancias más extensa que puedas imaginar. A las redundancias no referidas al sexo hay que agregar las que son de otras cosas: “línea del horizonte” (el horizonte es una línea); “jauría de perros” (todas las jaurías, excepto las humanas, en sentido figurado, son de perros de caza); “mendrugo de pan” (un mendrugo es un pedazo de pan viejo y nada más que de pan, a menos que se use en sentido figurado, en cuyo caso puede ser de amor: “dame siquiera un mendrugo de tu amor).
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