Revista D

Conozca a los talabarteros de Taxisco

Sus artesanos son el mejor referente para quienes buscan una silla de montar de la mejor calidad.

Carlos Enrique López coloca las piezas de cuero sobre el fuste de la silla. (Fotos Carlos Enrique Paredes)

Carlos Enrique López coloca las piezas de cuero sobre el fuste de la silla. (Fotos Carlos Enrique Paredes)

Durante medio siglo, Roberto Morales se ha dedicado a trazar con precisión los diseños de sillas de montar en Taxisco, Santa Rosa, quizás por eso es uno los artesanos más apreciados y buscados por los jinetes.

Entre sus clientes figuran ganaderos, pero también aficionados a los caballos pura sangre criados en la costa sur, el oriente y Petén. La mayoría le encarga modelos convencionales, pero hay quienes desean trabajos más exóticos, a los cuales el artesano no se niega, ya que cuenta con destrezas acumuladas por los años.

Los talabarteros de este municipio se han ganado a pulso la fama de excelentes. El realzado y el bordado son algunas de sus tantas habilidades.

Los artesanos reconocen que la demanda de sillas de montar ha disminuido en los últimos años, pues el uso de caballos en el área rural ha quedado cada vez más relegado. En parte, debido a que las fincas ganaderas fueron sustituidas por las de caña de azúcar, factor que mermó aún más el montar equinos.

El maestro


De acuerdo con Aracely Esquivel Vázquez, antropóloga e investigadora del Centro de Estudios Folklóricos (Cefol), de la Universidad de San Carlos, estos artistas del cuero fueron aprendices del maestro Juan Álvarez Pelén, quien llegó a Taxisco en la década de 1960 y fundó la Talabartería La Universal.

Fue durante los años de 1980 que este arte cobró auge, pero en la actualidad solo quedan tres talleres: Cow Boy, de Carlos Enrique López; La Universal, de Alejandro Hernández y talabartería del Sur, de José Luis Morales.

López, de 63 años, conocido como Chichi, llegó a La Universal cuando tenía 12 años. Hernández fue su discípulo y le compró el negocio a Álvarez Pelén.

Pero en la región hay otros obreros del cuero, sobre todo en Chiquimulilla, Santa Rosa; Samayac, Suchitepéquez; así como en Escuintla y Jutiapa, los que, además, elaboran respaldos para carros, cinchos y fundas para armas de todo tipo, entre otros.

Madera y cuero

La base de las sillas de montar es el fuste, una estructura elaborada con madera de mango, árbol que abunda en esta zona, y que se caracteriza por su resistencia. A quienes se especializan en tallar estas piezas se les conoce como “fusteros”.

Uno de estos expertos es Edmundo Vásquez Cardona, vecino de Chiquimulilla, dice Esquivel Vásquez.

Los talabarteros son los encargados de recubrir el fuste con cuero y agregarle detalles, así como velar porque la silla sea cómoda para el jinete.

Las pieles las compran en las tenerías de la familia Cifuentes, en Chiantla, Huehuetenango, los principales mayoristas.

Todos estos elementos permiten que las monturas de Taxisco sean cotizadas entre los conocedores y que su la calidad sea reconocida a nivel nacional, lo cual obliga a que gran parte del producto sea vendido bajo pedido.

Estilos y gustos


Los talabarteros ofrecen varios tipos de monturas. Las más sencillas son las de vaquerilla, para el trabajo diario, una de estas podría costar Q1 mil 300.

Otros estilos más elegantes y confeccionadas son la mexicana ( Q2 mil 500) y la tejana (Q3 mil 500). Esto porque incluyen bordados o realzados.

Para gustos más sobrios y elegantes está el estilo McClellan, en cuero negro, (Q6 mil).

Si el cliente desea un bordado personalizado, lo cual requiere hasta tres meses de trabajo, el precio puede elevarse de Q12 mil a 20 mil, dice López.

El aparejo es otro tipo de montura diseñada para las bestias de carga, la cual se elabora en las aldeas.

A pesar de que los mejores tiempos de este oficio quedaron atrás hace varias décadas, los talabarteros han transformado el oficio para abastecer un mercado sofisticado y exigente, donde las sillas se envían por encomienda a todas partes del país y al extranjero, que aunque ya son pocos, atienden demandas considerables.

Pieza extinta 

  • En el  oriente y suroriente  del país, las mujeres del área rural  utilizaron una montura diferente a la de los hombres llamada galápago, la cual desapareció en  la década de 1970.  
  • Consistía en una silla para montar de lado, como una forma elegante y femenina para cabalgar, según las investigaciones de la antropóloga Aracely Esquivel Vásquez. 
  • Una costumbre era de que la novia salía de la casa montada de lado en un caballo blanco, acompañada de familiares y amigos.
  • Las mujeres adquirieron gran destreza para cabalgar de esta forma.
  • Esta pieza desapareció debido al arribo de otros medios de transporte en las comunidades.

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