Alguna vez, los hombres prácticos se preguntarán si en las guerras sirve de algo matar a un poeta. Fusilaron a Federico García Lorca y a Roque Dalton; mataron con tormentos sicológicos a Miguel Hernández, a Boris Pasternak, a cientos más. Peor todavía, ¿sirve de algo matarlos de una manera tan cruel como lo hicieron con Otto René Castillo en 1967?
Los poetas, según dice la gente y los viejos diccionarios, cantan al amor; son inofensivos animales del bosque que amenizan los amaneceres. Podrían recitar, por ejemplo, un bello poema como este: “El antepasado/ más antiguo/ que tengo/ es el amor/ Lo sé bien./ Cuando se besaron/ los primeros enamorados de la tierra,/ se le estaba poniendo/ nombre a mis labios./ Y comenzaba/ la biografía/ de este dolor/ que no concluye”. (El antepasado más antiguo. Este y los poemas citados a continuación son de Otto René Castillo).
La poesía, tal como la suponen los cánones conservadores, es “el más bello sentimiento del alma”. Entonces, a un poeta “se le permite” profundizar, incluso filosofar, si es que tiene talento para ello, tal como se lee en este fragmento: “Los enamorados/ que ahora se besan,/ todavía no saben/ que tendrán/ que separarse muy pronto.// Los enamorados/ que aún no se han encontrado,/ ignoran/ que pronto creerán/ haberse hallado/ para todos los tiempos. // Pobres/ los que ya se encontraron,/ ahora tendrán/ que separarse.// Pobres,/ los que aún no se han hallado, / ahora tendrán/ que continuar esperando” (Acontece así, enamorados).
Puede que tales cantos hayan sido del beneplácito de los oficiales del Ejército guatemalteco de los años 1960 —suponiendo que tuvieran algún gusto por la poesía—. Es más, quizá fueron leídos con simpatía por los presidentes militares, la CIA, el Departamento de Estado de Estados Unidos que impulsó el conflicto armado de 36 años en nuestro país. Pero cuando las palabras de ese poeta se tornan el canto de un búho, o se convierten en el aullido de un lobo cuyo lamento nocturno les dice, penetrando los tejados de la conciencia: “Cinco estudiantes como gorriones sin alas/ hicieron una ronda al corazón ciudadano,/ cayendo, asesinados, de la frente a los pies,/ creciendo desde la muerte al infinito./ Ahora digo,/ ¡Traidores, hombres sin hombría, cobardes!/ ¿Estáis locos para asesinar la eternidad?/ ¡Pronto vendrá vuestro día, desgraciados!” (de Asesinados en junio).
O qué tal estos improperios, lanzados con evidente saña sobre las buenas conciencias: “Suceden cosas/ tan extrañas/ en mi pequeño país,/ que si de verdad/ hubiera cristianos/ creerían,/ sin duda,/ en la muerte/ auténtica de Dios.” (de La tumba de Dios)
Entonces, salieron a buscarlo. Era más fácil matar a un lobo; urgía balear al búho prendido a la rama de la conciencia. Y mataron a Otto René Castillo, en la base militar de Zacapa, en marzo de 1967.
En él se cumple la máxima de Miguel Ángel Asturias, para quien el poeta “es una conducta moral”, pues consecuente con sus ideas revolucionarias, un día de 1966 decidió que se haría combatiente guerrillero y se integró a las Fuerzas Armadas Rebeldes. Antes de dar ese paso, ya tenía una trayectoria académica, poética y política en países como México, Alemania, Hungría, Checoeslovaquia, Chipre y El Salvador. La experiencia adquirida lo colocaba frente a las tres copas que suelen ser las más codiciadas por los escritores de mundo: la fama, el éxito y la gloria. Solo tenía que extender la mano. Ya había bebido de las dos primeras, pero ambas no sirven para nada —pues éxito y fama los tuvieron también personajes como Hitler—, mas la gloria está reservada para otros. Y Otto René pudo seguir un rumbo glorioso por Europa, continente que —en aquel entonces— era un océano literario que garantizaba el ascenso de los buenos escritores hacia premios importantes.
El éxito le había llegado desde joven. En 1956, tenía 20 años y ganó el premio Autonomía, de la Universidad de San Carlos de Guatemala, con su poema Vámonos patria a caminar. A ese galardón le siguió el de 1957, con el Premio Internacional de Poesía de Budapest. Ese año, la Universidad de San Carlos le concedió el premio Filadelfo Salazar, por sus altos méritos estudiantiles, que consistió en una beca para estudiar en la República Democrática Alemana. Viajó a ese país en 1958, a estudiar germanística en la Universidad Karl Marx de Leipzig. En 1962, en Berlín, junto a otros jóvenes aprendió técnicas para hacer documentales con el cineasta holandés Joris Ivens.
Su futuro se avizoraba brillante. Decidió, sin embargo, escribir menos y actuar más; lo hizo por un auténtico amor a esta patria. Fue asesinado junto con la también combatiente Nora Paiz y 13 campesinos acusados de colaborar con la guerrilla. Fue torturado durante cinco días, después, lo fusilaron y lo quemaron. La misma suerte corrió Paiz. A Otto René, un oficial del Ejército le cortó partes de la piel con una hoja de afeitar amarrada a un bambú, en tanto se burlaba de él y le leía su propio poema: “Yo beberé tus cálices amargos. Yo me quedaré ciego para que tengas ojos. Yo me quedaré sin voz para que tú cantes.”
Pero ni muerto el lobo cesaron los lamentos, ni fusilado el búho terminó la voz de la conciencia; tampoco muerto el poeta concluyó su obra. La hermana mayor de Otto René, Zoila Castillo, publicó en 1979 su poesía en un libro titulado Informe de una injusticia. En una parte, nos dice Otto: “Nada es más invencible que la vida/ su viento infla nuestras velas”. Larga vida a sus palabras, que hoy flotan en la eternidad.
Poeta y combatiente
- En 1954, cuando la CIA y el Departamento de Estado de Estados Unidos invadieron el país, provocando un golpe de Estado que terminó con el gobierno de Jacobo Árbenz, Otto René salio hacia El Salvador.
- Regresó a Guatemala en 1958 a estudiar leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala.
- En 1959 ganó una beca para estudiar Literatura en Leipzig, antigua República Democrática Alemana.
- Regresó a Guatemala en 1964. Debido a su militancia política, salió al exilio.
- Viajó como representante de las juventudes comunistas por Argelia. Alemania, Austria, Hungría, Chipre y Cuba.
- En 1966 se incorporó a las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) comandadas por César Montes.
- El 19 de marzo de 1967 fue capturado, junto con la también combatiente Nora Paiz y ambos fueron llevados a la base militar de Zacapa, donde fueron torturados, fusilados y quemados.
- Su primer libro fue publicado post mortem, en Costa Rica, por EDUCA, en 1979, con el título Informe de una injusticia.
- Este 2011, el presidente Álvaro Colom realizó un acto de perdón en nombre del Estado a las familias de Castillo y de Paiz, en el Palacio Nacional de la Cultura.
Vámonos patria a caminar, yo te acompaño.
Yo bajaré los abismos que me digas.
Yo beberé tus cálices amargos.
Yo me quedaré ciego para que tengas ojos.
Yo me quedaré sin voz para que tú cantes.
Yo he de morir para que tú no mueras,
para que emerja tu rostro flameando al horizontede cada flor que nazca de mis huesos.
Tiene que ser así, indiscutiblemente.
Ya me cansé de llevar tus lágrimas conmigo.
Ahora quiero caminar contigo, relampagueante.
Acompañarte en tu jornada, porque soy un hombre
del pueblo, nacido en octubre para la faz del mundo.
Ay, patria,a los coroneles que orinan tus muros
tenemos que arrancarlos de raíces,colgarlos de un árbol de rocío agudo,
violento de cóleras de pueblo.
Por ello pido que caminemos juntos.
Siempre con los campesinos agrarios
y los obreros sindicales,con el que tenga un corazón para quererte.
Vámonos patria a caminar, yo te acompaño.
Otto René Castillo (1936-1967)
“Vamonos Patria a Caminar” compuesta en base al poema de Otto René Castillo por Fernando López. (Video: Tomado de Youtube)