Guatemala se volvió entonces una sede del Reino de Nueva España para la elaboración de imaginería religiosa.
“La escultura guatemalteca de estos años destaca en Latinoamérica. Maestros viajaban desde Perú para adiestrarse en este arte”, indica Fernández. Se recuerdan escuelas que dejaron escultores como Quirio Cataño, Alonzo de la Paz, Mateo de Zúñiga y Pedro de Mendoza.
En esta edición se presentan tres maestros en el arte de la imaginería religiosa que hacen de este talento una forma de vida.
Un talento quese hereda
Belter Velásquez heredó de su pare, Santos Velásquez Ramos, su habilidad en la escultura religiosa. “Mi padre es un gran escultor de imaginería; de varios lugares de Guatemala lo venían a buscar para que restaurara o creara imágenes, no solo para familias sino también para templos”, recuerda Velásquez.
Con 26 años de edad, este joven escultor ya es reconocido por su trabajo entre sus clientes. “Hace algunos años mi papá se enfermó y no podía trabajar. Me dijo que empezara a tomar sus proyectos y con lo que ya me había enseñado a hacer comencé con aquellas esculturas. Las personas quedaron muy complacidas y descubrí mi talento”, indica.
En el 2009 abrió un taller para la creación y restauración de imágenes religiosas.
“Estas fechas son muy particulares ya que vienen a pedir trabajos especiales, entre los que más piden están los Nazarenos y los crucificados”, comenta.
El trabajo de Velásquez ha viajado a diferentes países entre ellos Costa Rica. El Salvador, Argentina y México. “Para Costa Rica trabajé un crucificado de un metro 90, fue arduo trabajo, pero valió la pena”, añade.
La vida del artista de la madera
El escultor Jairo Arizandieta se esmera en que cada una de sus obras tenga su toque personal, dice.
Arizandieta vive entre pinturas, formones y sierras. “Desde la adolescencia encontré en esta profesión una forma de expresión y de devoción. No hay nada como ver la mirada de un devoto que ve reflejada toda su fe en una imagen”, indica.
Su preparación es autodidacta. “Yo lo aprendí en otros talleres pero luego la experiencia me dio la oportunidad de aplicar y mejorar lo que conocía en mi trabajo”, agrega.
El escultor sabe que estas fechas son importantes para los guatemaltecos.
“Nuestra carga laboral comienza desde enero, ya que vienen hermandades con su imagen para que las restauremos o para que elaboremos otra”.
Arizandieta comenzó en esta profesión hace 24 años, tiempo en el que ha logrado que sus piezas lleguen a Estados Unidos, Costa Rica y Nicaragua, entre otros países. “La talla guatemalteca es muy reconocida por su alta calidad y exactitud”, indica.
En el tema de los materiales que usa para las imágenes resalta el valor del cedro por su alta calidad y durabilidad, opina.
Manos que transforman
“Para este trabajo, la escuela es la vida”, así define el escultor Álex Narvaez el trabajo en su taller Hermano Pedro, que inauguró en 1987.
“Aprendí este oficio de manera empírica y fui probando técnicas diferentes todos los años hasta que encontré la que mejor me funciona”, comenta.
“Comencé con retratos y dibujos a lápiz y en la adolescencia hice escultura. En la década de 1980 comencé con el tallado en madera”, dice.
En esta época de Cuaresma lo que más piden son Nazarenos y Dolorosas y en fin de año, los Niño Dios son los preferidos”, indica.
Puerto Rico, México y Japón son los países a las que han viajado sus obras. Las imágenes que más le gusta trabajar son los Nazarenos. “Me encanta la definición de los rostros, de sus detalles. Aparentemente todos son iguales, pero cada uno tiene sus diferencias”, indica.
En la actualidad la policromía que le da a la mayoría de imágenes es con pintura laca por el precio y su rápido secado. “Lo que hay que destacar es que siempre le tratamos dar a nuestras imágenes la tonalidad antigua”, indica.