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Los retos de divorciarte antes de cumplir los 30 (y cómo afecta la edad)

Mirando el frío brillo azul de la pantalla de su laptop, Rachel se echó a llorar.

La tendencia al aumento de divorcios en todo el mundo se observa desde hace décadas.

La tendencia al aumento de divorcios en todo el mundo se observa desde hace décadas.

Acababa de empezar 2018 y su apartamento se veía oscuro y silencioso; muy diferente, pensó la joven de entonces 28 años, al acogedor hogar que había compartido con su esposo.

“Me mudé a casa de una amiga porque no tenía otro sitio a dónde ir”, me cuenta. “Me siento feliz de haber tenido ese espacio para mí, pero ella no solía estar mucho en casa y ahora pienso que quizá yo no hubiera debido pasar tanto tiempo sola. Le das vueltas a todo”.

Casi en el mismo momento, a unos 300 km de distancia, Rob, de entonces 26, navegaba por la web estatal en busca de asesoramiento. “Mis hijos dormían en el piso de arriba”, dice. “Sabía que tenía que mantener la calma por ellos”.

Su ahora exesposa le había dejado hacía casi un año. “Pasó un tiempo mal y decidió que quería estar sola. No la culpé entonces ni la culpo ahora, pero no significa que cuando nos dejó no me sintiera destrozado, tanto por nuestros dos hijos como por mí. Cuando comencé a buscar consejo, solo quería seguir adelante por el bien de todos”.

Aunque la mayoría de los divorcios en América Latina y en otras partes del mundo se producen a partir de la treintena, algunas excepciones, como la de Rachel y Rob, se dan a los veintitantos.

¿Cómo es experimentar un divorcio a esa edad y qué dicen los terapeutas al respecto?

La edad, clave

La edad a la que das el “sí quiero” se considera un factor de riesgo en lo que respecta a divorcios. Se cree que quienes se casan en su adolescencia o en la veintena tienen más opciones de separarse.

Investigaciones sobre mujeres casadas por primera vez en 1976 revelaron que más del 50% de las que se casaron cuando tenían menos de 20 años se divorciaron en su 30 cumpleaños.

Y, posiblemente, con la llegada de las aplicaciones de citas —y el auge del microcheating nunca hubo un tiempo más difícil para ser joven y estar casado.

“Fue tan doloroso”, dice Rachel. “Durante dos años, se apoderó de mi vida y sentí como si me estuviera ahogando. Sé que suena dramático, pero nunca experimenté nada parecido; el dolor físico de la tristeza al pensar que mi relación, que creí que sería para siempre, se había terminado de repente”.

Anillo
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Si te casas joven es más probable que te divorcies, dicen los estudios.

La psicóloga clínica Rachel Andrew dice que cuando ocurre un divorcio “en un momento en el que pocas personas a tu alrededor tienen esa experiencia”, es fácil sentirse muy solo.

El terapista y autor de The Happy Couple Handbook (“Manual de la pareja feliz”) Andrew G. Marshall está de acuerdo.

“Divorciarse siempre es un golpe a la autoestima”, dice. “Las sensaciones de fracaso y culpa son habituales, pero pueden ser especialmente fuertes si miras a tu alrededor y todo el mundo está experimentando su primer amor“.

Para Rachel, ver a sus amigos se convirtió en algo difícil. “Tenía varios amigos casados que eran maravillosos, pero pasar tiempo con ellos me resultaba doloroso. Supongo que me había pasado los 20 resumiendo de que había sentado la cabeza y estaba feliz, y esperaba que todos los demás siguieran los pasos”.

“Ahora mis amigos estaban planeando bodas y yo estaba teniendo citas por primera vez desde que cumplí los 17″.

Ser la primera persona en tu grupo de amigos que se divorcia puede hacer que la experiencia sea todavía más complicada”, explica la doctora Andrew. “Puede que a largo plazo resulte abrumador”

“Cuanta más experiencia vital tienes, mejor puedes poner en contexto tus emociones y no permitir que te sobrepasen. A la gente joven le puede costar más entender que todo lo que sienten un día se pasará”.

ilustración - honestidad
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Ser honestos a la hora de explicar motivos para divorciarse no es fácil, sea cual sea la edad a la que te divorcies.

Presiones familiares

Ruby, de 31, estuvo casada durante dos años antes de contraer nupcias.

“Vengo de una familia muy tradicional que siempre creyó que el matrimonio es sagrado”, explica. “Mis tres hermanas se casaron jóvenes, así que cuando conocí a mi esposo a los 26 me volqué de lleno en la relación porque quería lo que ellas tenían. Al año estábamos casados“.

Tan pronto como terminó el torbellino de emociones por la boda, las grietas comenzaron a aparecer. “Éramos muy diferentes, algo que no me había parado a pensar”, explica.

“Él era genial en muchos sentidos, pero había algo que fallaba. Siempre estábamos discutiendo y no nos entendíamos. Cuando descubrí que se había estado escribiendo con otras mujeres, finalmente abrí los ojos al hecho de que nunca deberíamos habernos casado”.

Aunque ambos decidieron separarse, su familia la apoyó demasiado. “Creo que en el fondo quería que yo fuera feliz, pero todas las personas en mi entorno de mi edad se acababan de casar y no entendía por qué nosotros no podíamos hacer que funcionara”, recuerda.

“Mi mamá me dijo: ‘No estás intentándolo lo suficiente. Debes ser una mejor esposa’. Eso para mí fue un punto muy bajo”.

Durante su matrimonio, Ruby dice que trató de “cambiarlo todo” sobre sí mima, incluso trabajar menos horas o dejar algunas aficiones para hacer más cosas con su marido.

“Él también hizo sacrificios, pero al final los dos éramos infelices. Traté de explicárselo a mi madre, pero ella pensó que la vergüenza de divorciarme sería peor que vivir en un matrimonio infeliz”.

Una prueba de adultez

Esa sensación de vergüenza hizo que Ruby percibiera que no encajaba. Dice que sintió que “había fallado una prueba básica de la edad adulta, como si hubiera algo en mí que no anda bien”.

ilustración - corazón roto
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“Ser la primera persona en tu grupo de amigos que se divorcia puede hacer que la experiencia sea todavía más difícil”, dice la psicóloga Rachel Andrew.

Rob dice que tener hijos hizo que su experiencia fuera diferente. “Sufrieron pero también me aportaron energía. Podría haberme rendido al duelo y a la autocomplacencia, pero no me lo permití”, recuerda. “Tenía que levantarme y estar listo para jugar con ellos e ir a trabajar para poder seguir pagando el alquiler”.

Ruby decidió distanciarse de sus padres y de sus viejos amigos durante un tiempo. “Me cambié de ciudad y busqué un nuevo trabajo”, explica. “No podía sacarme de la cabeza los pensamientos negativos sobre mí, necesitaba un cambio”.

Seis meses después, comenzó a tener citas. “La primera fue un desastre. Yo tenía 29 y él 26. Cuando le conté que estaba en medio de un divorcio, actuó de forma muy rara, como si me viera como alguien mucho mayor con todo ese bagaje. Desde entonces soy mucho más reservada a la hora de contarlo”.

La doctora Andrew dice que es normal sentirse culpable de que acabe un relación, pero cuando se es joven se suele ser más radical.

La gente joven tiende más a pensar en términos absolutos, a creer que ocurrió porque uno no es lo suficientemente bueno, pero si una relación se rompe es sobre la relación, no solo sobre uno como persona”.

Para Rachel, tener citas resultó ser una experiencia positiva. “Sentía que no entendía nada con todas esas normas de qué hacer cuando escribes un mensaje a alguien y cuán a menudo ver a esa persona”, recuerda. Pero dice le pareció una buena distracción.

Tanto Rachel como Ruby siguen solteras y están tomándose su tiempo antes de involucrarse en una nueva relación. Rob acaba de empezar a salir con alguien y dice que ahora se lleva bien con su exmujer, aunque les costó algún tiempo.

Ruby está volviendo a quedar con sus padres. “El divorcio me enseñó que no necesito buscar aprobación todo el tiempo y que soy la responsable de mi propia felicidad”.

Algunos nombres han sido cambiados.

Lee aquí el artículo completo original (en inglés) en BBC Three

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