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Monseñor Gerardi, 18 años después de su muerte

Juan José Gerardi  Conedera no fue un obispo popular como otros. De hecho, muchos lo conocieron hasta el día de su muerte, es decir, hasta el día de su inmolación. Vivió en el silencio y murió en el silencio.

Monseñor Gerardi fue asesinado de un golpe en la cabeza el 26 de abril de 1998, en la casa parroquial de San Sebastián. (Foto: Hemeroteca PL)

Monseñor Gerardi fue asesinado de un golpe en la cabeza el 26 de abril de 1998, en la casa parroquial de San Sebastián. (Foto: Hemeroteca PL)

Gran parte de su labor y su vida estuvieron marcadas por el consejo, el acompañamiento a otros y la vida sacramental del sacerdocio.

Pasó la mayor parte de su vida sacerdotal en el silencio, la investigación y la labor pastoral en el interior del país. Quiché y las Verapaces forjaron su temple sacerdotal, su valor ante la adversidad y su coraje humano.

Un gran guía espiritual con una claridad política impresionante. Así era descrito monseñor Gerardi Conedera por quienes conocieron su obra y su persona.

Esa claridad de mente y corazón se apagó a las 22 horas del 26 de abril de 1998,  cuando fue asesinado a golpes en la cabeza en la casa parroquial de la iglesia de San Sebastián, en la zona 1. Fue el primer obispo asesinado en el país supuestamente en “tiempos de paz”.

Gerardi ejercía su misión pastoral en San Sebastián y compartía la casa parroquial con el sacerdote Mario Orantes y su cocinera, Margarita López.

Su muerte ocurrió  a poco más de dos días de haber presentado en Catedral Metropolitana el informe Recuperación de la Memoria Histórica (Remhi),  en el cual se documentaron cientos de nombres de civiles muertos durante el conflicto armado interno, incluidos catequistas, sacerdotes y religiosas.

Muchos de esos nombres pueden ser apreciados hoy en las pilastras del atrio de Catedral Metropolitana.

Fue obispo de las Verapaces y Quiché en las décadas de 1970 y 80, donde su labor pastoral no era bien vista por el Ejército. Estuvo a cargo de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala a partir de 1989, cuando el entonces arzobispo metropolitano Próspero Penados del Barrio le encomendó su creación.

Varias hipótesis

Entre las hipótesis  del asesinato figuraron la política, delincuencia común o  la extrema que presentó meses después el español José Reverte, que involucró a Balú, el perro de Orantes. Esa teoría apuntaba a que el can había mordido al obispo en la cabeza.

Durante las diligencias se comprobó que el cuerpo había sido movido del lugar del crimen. En el hecho resultaron involucrados los militares Byron Lima Oliva; su padre, Byron Disrael Lima, Obdulio Villanueva y Orantes.

Después de un largo proceso judicial, que culminó en junio del 2001, fueron condenados a 30  años de prisión  Lima Oliva, Byron Disrael Lima y Villanueva —quien posteriormente fue asesinado—. Orantes recibió sentencia de 20 años.
En la actualidad solo guarda prisión Lima Oliva.

Por buena conducta y labor en la prisión, Orantes quedó en libertad anticipada en enero de 2013 pero todavía  queda pendiente de enfrentar un juicio eclesiástico.

Relación tensa

Gerardi nació en la capital el 27 de diciembre de 1922. El 21 de diciembre de 1946 se ordenó sacerdote; el 9 de mayo de 1967 fue electo obispo de las Verapaces; el 30 de julio de ese mismo año recibió su ordenación episcopal en la Catedral Metropolitana.

Después de casi siete años de tomar posesión en la Diócesis de las Verapaces, donde ejerció su ministerio episcopal hasta septiembre de 1974, fue elegido tercer obispo de la Diócesis de Santa Cruz del Quiché. En ese tiempo comenzó la persecución sistemática contra la Iglesia, por parte de las fuerzas contrainsurgentes del Estado.

De 1980 a 1983 fueron asesinados más de 12 sacerdotes en el país. La relación entre el obispo Gerardi y las autoridades se tornó tensa. Escapó de un atentado en junio de 1980, gracias a los catequistas de un pueblo donde él debía celebrar misa, quienes dieron la voz de alarma.

El valor y la franqueza siempre constituyeron características inseparables del obispo. Varias veces fue citado a las instalaciones de la zona militar de Quiché, y aunque sabía que arriesgaba la vida, se presentaba a conversar con el comandante.

Limbo

Hasta la fecha todavía quedan lagunas legales por resolver, como la participación de los militares en la muerte del prelado, principalmente porque se trató de padre e hijo involucrados en un mismo crimen.

¿Por qué fue tan creíble la versión de Reverte sobre la participación de Balú, el perro pastor alemán de Orantes?

¿Existió realmente una conexión entre el Remhi y la muerte del obispo?

¿Qué información tenía en su poder Orantes al momento del crimen?

Estas y otras lagunas más quedaron en el olvido en el caso de monseñor Gerardi. Lo cierto es que fue un mártir más en la lista de sacerdotes, religiosas y catequistas durante el Conflicto Armado Interno.

Monseñor Gerardi, una voz que persiste en el tiempo. (Video: tomado de Youtube)

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