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Es esa desprotección, donde la violencia y la pobreza están presentes, dice Rivera. Esto es lo que provoca que la población migre hacia Estados Unidos en busca de oportunidades; familias completas cruzan fronteras y es en esa travesía donde los derechos de los niños son vulnerados a gran escala.
¿En qué situación visualiza a la niñez guatemalteca?
En los últimos años, la situación es cada vez peor, si partimos de la premisa de que la niñez y la adolescencia no es una prioridad para el Estado. Como ejemplo, en la última campaña electoral las más de una veintena de propuestas políticas no figuró un solo punto de agenda de niñez y adolescencia, tampoco en aquellos dos que pretenden pasar a segunda vuelta electoral.
Eso es preocupante.
Sí. De acuerdo con el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi), el gasto público por niño y niña al día del gobierno de Guatemala es de Q8.89 y con esa cantidad de dinero hay que cubrir cinco derechos: salud, alimentación, educación, protección integral, cultura del deporte y recreación, lo que a luces es insuficiente.
En el otro sentido, la desprotección que tiene el país hacia ellos, y tantos tipos de violencias que afectan a la niñez, como la violencia física y el abuso sexual que es contundente. De acuerdo con el Observatorio de los derechos de la niñez de Ciprodeni, solo en el 2018 se convirtieron en madres 116 mil 773 niñas de 10 años a 19 años. No es una condición automática, ni es espontáneo, alguien abuso de ellas. Nos hace falta más evidencia científica, pero creemos que aquellas que resultaron embarazadas, tan solo representan un tercio de las que son abusadas o violadas. No podemos obviar eso.
¿Esa desprotección por parte del Estado hacia la niñez también se ve en tema de la migración?
El caso del señor y su hijita de dos años que murieron tratando de atravesar el Río Bravo son las últimas víctimas de aquello que comenzó el año pasado con Jackeline Caal, de 7 años, después fue Felipe Gómez Alonzo, de 8, después fueron y fueron y seguirán siendo, porque no es militarizando fronteras que el flujo migratorio centroamericano va a dejar de estar presente, es atacando esas causas estructurales, uno violencias, dos pobreza y pobreza extrema.
Todo se queda en ofrecimiento (por parte de las autoridades de gobierno), recuerde cuando en junio 2018 se endureció la política de Cero Tolerancia con el presidente Trump, cuando se separó a niños y niñas que continúan separados muchos de sus familias, y que fueron metidos en jaulas.
La declaración hace dos días de la canciller guatemalteca, la señora Sandra Jovel, que dice: No, constatamos que están bien. Bien en relación a qué. Bajo la definición de qué estamos entendiendo por bien. Nadie que está fuera de su familia puede estar bien, si está contra su voluntad, menos una niña o un niño.
¿Pareciera que el Gobierno se ha hecho de la vista gorda con lo que está pasando con la niñez?
Ese es el punto, no se menciona nada. Porque todavía el gobierno del presidente Morales, que se supone está a seis meses de entregar el cargo, sigue sin pronunciarse con las familias de las 56 adolescentes encerradas en el Hogar Virgen de la Asunción, ni de las 41 familias de igual número de víctimas mortales del hogar (el 8 de marzo del 2017), sigue sin pronunciarse.
Allí hay una responsabilidad directa, en línea directa del Presidente de República. Eso no se puede quedar impune.
Hay 5 mil niños y niñas institucionalizados. Cada vez hay más chichos y chicas que migran, cuántos son, no sabemos. Sabemos cuántos son retornados, deportados, hay 19 mil detenidos en la frontera sur de Estados Unidos (dato hasta abril del 2019). La cifra ha superado ya lo del 2018 completo.
¿Qué se debe atender?
Hay puntos que son determinantes e impostergables que el Estado de Guatemala debe de asumir, y debe de comprometerse, uno de ellos es poner fin a todas las exclusiones y violencias contra la niñez.
Si esto no fuera poco. Desde el 2015 cuando son aprobados los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el objetivo número 16 y la meta 16.2 es clara, poner fin a todas las violencias que afectan particularmente a todas las niñas y adolescentes. De septiembre 2015 a finales de junio 2019 no hemos variado nada.
Decía el señor Jorge Cardona, ex miembro del Comité de Derechos del Niño, cómo es posible que siendo la niñez y adolescencia la mayor parte de la población guatemalteca, el Estado no las priorice.
Estamos entre dos candidatos que, como usted dice, ninguno tiene un plan en favor de la niñez.
Nosotros denunciamos, como Ciprodeni, en esta campaña electoral, todos los partidos políticos, sin excepción alguna besaron y fotografiaron niños y niñas, sin ninguna oferta programática para trabajar con niños. Eso es lo que preocupa.
Nosotros como Ciprodeni tenemos una propuesta programática y una agenda estratégica de diez años, que tiene cuatro puntos y es lo que queremos presentar a los nuevos diputados de las nuevas bancadas al Congreso de la República, antes de que asuman, una vez se defina quién gane, ante el nuevo gabinete.
¿Cuáles son esos cuatro puntos?
Guatemala necesita sí o sí, un sistema nacional de protección integral y de garantía de derechos de niñez y adolescencia. No lo tenemos, hay instituciones, pero el Estado no tiene institucionalidad.
Y a la par del sistema nacional necesitamos, por lo menos 340 sistemas municipales de prevención a la violencia de derechos, uno por cada municipio. Es en lo local donde se violan sistemáticamente los derechos.
Dos. Una mayor y mejor inversión pública destinada a la niñez, pero esta inversión no solo se trata de aumentar dinero, sino de hacer eficaz, eficiente y transparente el gasto público. Las niñas y los niños pierden muchísimo por la corrupción.
Tres. Una legislación basada en derechos. No leyes por leyes, tenemos un enorme cuerpo legislativo, un enorme cuerpo jurídico, pero cada vez las condiciones son peor. Guatemala a avanzado mucho en el discurso de los derechos de la niñez, pero no es práctico. Hace falta transitar del discurso a la práctica.
Cuatro. Participación protagónica de los niños y niñas, de las y los adolescentes. Si alguien sabe perfectamente bien lo qué necesitan, qué quieren, qué demandan, son ellos y ellas. En América Latina las y los adolescentes nos vienen repitiendo una sentencia clara: Nunca más nada sobre nosotros, sin nosotros.
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