Los augurios respecto de la navegación aérea comenzaron con el mismo siglo, cuando, el 1 de julio de 1900, el conde alemán Ferdinand von Zeppelin consiguió que la aeronave diseñada por él surcase por primera vez los cielos sobre las aguas del lago Constanza, en Suiza.
Fue todo un acontecimiento para la época ver cómo el inmenso dirigible, compuesto de 16 compartimientos llenos de hidrógeno y movido por dos motores de 16 caballos de fuerza, podía mantenerse en el aire durante una hora.
El Zeppelin llegó a popularizarse como medio de transporte, en calidad de transporte de lujo de la época, con cabinas de pasajeros, salón principal y varios sanitarios.
El dirigible Hindenburg fue una apuesta revolucionaria para el transporte de mercancías y pasajeros, por su novedoso diseño, su capacidad y comodidad de transporte.
Era más largo que un Boeing 747, con capacidad inicial para 50 pasajeros, más la tripulación. Los usuarios viajaban cómodamente dentro del globo de esa aeronave.
La grandiosidad del Hindenburg hizo que fuera asimilado como símbolo por el movimiento nazi. En 1936, el Hindenburg cruzó 17 veces el Atlántico, 10 a EE. UU. y siete a Brasil. El trayecto duraba unas 48 horas y el pasaje era muy caro.
En el incendio, ocurrido el 6 de mayo de 1937, murieron 35 de los 97 ocupantes, y los supervivientes huyeron cuando la máquina tocó tierra.
La tragedia del Hindenburg quedó plasmada en el celuloide. (Video: tomado de Youtube)
El accidente puso fin a la era de este aparato. Las imágenes del gigante en llamas, así como la descripción en vivo de un lloroso reportero de radio, quedaron grabadas en el imaginario colectivo en esos años, que vivía con una mezcla de algarabía e inquietud los primeros avances en materia de aeronáutica.