CON NOMBRE PROPIO
31 aniversario de nuestra Constitución
Hoy cumple nuestra Constitución 31 años de su promulgación por la Asamblea Constituyente y ¿Qué importancia tiene eso?, ¿qué importancia tiene para usted?
Si concebimos a la Constitución como documento, un aniversario más no tiene mayor relevancia. Salvo para los anticuarios que gustan de los objetos por su amor al transcurso del tiempo y sus vestigios, no hay mayor felicidad. Ahora bien, si entendemos la Constitución como concepto y sabemos que su utilidad es limitar el poder y proteger nuestra libertad, la cuestión cambia de forma drástica.
Es imposible entender una constitución sin echar un vistazo al pasado, y si vemos la historia reciente tenemos que con la anterior constitución (tachada de ilegítima) se perpetraron los horrores más cruentos de nuestra memoria: el Estado fue una máquina para matar y para mantener un “orden” con base en la represión y el silencio. Como los fraudes electorales fueron la vitamina para sustentar a los gobiernos el sistema cayó con un país aislado, calificado de bárbaro, quebrado y desprestigiado.
La Constitución promulgada un 31 de mayo de 1985 representa, a pesar de todos los problemas que podamos tener, un viraje de 180 grados para nuestra forma de vida y para la forma en que el poder funcionó. Haber promovido la participación política electoral de todas las corrientes de pensamiento en un lugar donde la tolerancia no es virtud y la violencia es aceptada por distintos sectores de incidencia y poder como un método ideal para solucionar conflictos constituye una corona que no se puede obviar.
Nuestra Constitución diseñó un país que no se ha construido, porque la falta de voluntad política de muchos políticos electos, pero también de varios sectores de poder, han confluido para boicotear las transformaciones estructurales que se requieren y esto es lo que debe terminar.
La democracia, como forma de vida, exige una oxigenación permanente de ideas, inquietudes y presiones. Si la propia población es apática a sus problemas, es imposible que un gobernante (de cualquier ideología) pueda satisfacer las necesidades populares. Por eso es que nuestra Constitución intenta promover canales de participación que deben irse ensanchando, conforme el texto va envejeciendo, con el objeto de inyectar un ímpetu de juventud vital.
Hace ocho días comentábamos en este mismo espacio que la sentencia dictada por la Corte de Constitucionalidad el 25 de mayo de 1993, por la cual se declaró inconstitucional el instrumento legal que Jorge Serrano dispuso para dar su golpe de Estado, está tallada en oro en la historia de la defensa constitucional latinoamericana, por cierto en aquella oportunidad señalé que los firmantes habían sido Epaminondas González Dubón (presidente), Jorge Mario García Laguardia, Adolfo González Rodas, Gabriel Larios Ochaita, Carlos Enrique Reinoso Gil, Rodolfo Rohrmoser Valdeavellano y Ramiro López Nimatuj. Este último nombre fue un error de mi parte, porque quien suscribió fue don Antonio Monzón Juárez, ilustre jurista y maestro de generaciones.
El 25 de mayo esos hombres no defendieron un texto, sino hicieron gala de ingenio para proteger un concepto que permite que en estos momentos el país esté en una transformación, que, de seguro, tendrá incidencias estructurales. Las libertades políticas si no crecen junto a las libertades económicas crea una ecuación inválida y de allí la necesaria exigencia ciudadana. Hace un año, la Plaza de la Constitución en la capital y muchas otras en la República se llenaban de personas exigiendo justicia y cambio político, y con esa actitud es que se defiende una constitución. Creer que el Texto Supremo solo se defiende por abogados con amparos es el más grande error, los derechos son conquistas y el Estado está para velar por su respeto y jamás para violarlos.
Así que ¡Feliz Día de la Constitución!
@Alex_balsells