Un estudio dirigido por la profesora de psicología Wendy Birmingham, de la Universidad Brigham Young (BYU) en Provo, Utah (EE. UU.), encontró que las parejas que viven una relación ambivalente de este tipo, tienen una tensión arterial más alta que aquellas cuyos miembros se apoyan mutuamente.
En este caso, la ambivalencia se refiere a aquellas parejas que mantienen a la vez elevados niveles de elementos positivos y negativos en su relación, en un fenómeno similar a lo que algunos denominan frenemies (neologismo inglés traducible como ami-enemigos) cuando se aplica a las amistades, de acuerdo a la psicóloga de la BYU.
Detalles del estudio
Para el estudio se encuestó a una serie de matrimonios sobre como percibían su propio comportamiento y el de su pareja, y si percibían su relación como de apoyo o de ambivalencia. Después los dotaron a todos con unos monitores para medir su presión sanguínea a lo largo del día, durante sus actividades cotidianas habituales.
La buena noticia, según Birmingham, consiste en que la ambivalencia no tiene que ser necesariamente permanente, ya que “los matrimonios pueden cambiar su comportamiento si se percatan de esta situación, apoyándose y escuchándose más mutuamente y compartiendo más cosas, para generar más positividad”, asegura.
“Las relaciones de amor-odio pueden inscribirse dentro de las denominadas parejas disfuncionales, en las que uno de los miembros se comporta de una forma determinada con el otro, y en consecuencia, aumenta la motivación de su pareja para comportarse de idéntica forma”, según la psicóloga María Fuensanta Rodríguez Muñoz, de ISEP Clínic Córdoba.
Señales de alerta
¿Qué indicios puede tener una persona, por ejemplo en la etapa de noviazgo, de que está entrando en una relación ambivalente, en la que quizá no le convenga seguir adelante?
“Si observamos desprecio, ironía, sarcasmo o descalificación, de parte de alguno de los miembros de la pareja, podemos ir pensando si esa relación debe seguir o no. Es el indicativo de que se puede estar construyendo una pareja disfuncional”, responde la psicóloga Rodríguez Muñoz.
“Los problemas de comunicación, que llegan a producir situaciones de martirio, humillación, desesperanza, exigencia, agresividad y sarcasmo, son una de las principales dificultades por las que se caracterizan las parejas disfuncionales”, según la especialista.
Además de afectar la salud física, este tipo de relaciones pueden tener “efectos emocionales y psicológicos en sus integrantes, como producir una baja autoestima o fomentar la creencia de uno de ellos de que va a ‘salvar’ la relación”.
“En las relaciones disfuncionales, a veces uno de los miembros de la pareja asume el rol de víctima y se posiciona por debajo del otro, se vuelve dependiente emocional y ‘mendigo de amor’, conformándose por cualquier cosa con tal de sentir un poco de afecto, o sigue en una relación tóxica debido al miedo a estar solo”, de acuerdo con Muñoz.
¿Qué hacer?
Quienes están viviendo esta situación y desean salir de círculo amor-odio para conseguir una relación más sana, Rodríguez les recomienda tener presente que “amar no es sufrir, que vivir en pareja no es renunciar a nuestra individualidad y que tenemos que respetarnos y hacernos la vida agradable el uno al otro”.
“A quien esté pasando por una situación de este tipo le diría que acuda a un especialista, quien podrá decidir si se puede hacer terapia de pareja para revertirla o si necesita acudir a un asesor legal”, finaliza.