CATALEJO
Es evidente el caos a causa del fracaso
POCAS INSTANCIAS VAN quedando a salvo de la ola de acusaciones y procesos ocurridos en el país desde hace un año. Los hallazgos del Ministerio Público y la Cicig han despertado mucha esperanza en una parte de la población, pero lamentablemente confirman el fracaso del modelo de nuestra sociedad, porque aun existiendo leyes y operadores de justicia, la oprobiosa mezcla de pícaros, corruptos e irresponsables en grado sumo han sabido burlar el orden y han impuesto su propia estructura para enriquecerse a costa de cuanta oportunidad les aparece. De esto, el grueso de la sociedad apenas parece percatarse y no es sino ante eventos como los causantes del desgobierno perezbaldetístico cuando el poder de la calle rugiente queda de manifiesto.
COMO NACIÓN, LOS guatemaltecos estamos en un momento inesperado y sin precedentes, pero la catástrofe del sistema político y social parece no dimensionarse del todo. Ha colapsado el país en los últimos 24 meses y en su lugar estamos ante una obvia pero incipiente lógica del caos: fuerzas de todo orden desplazan las estructuras del poder y cambian los términos de referencia en todo, aunque en el proceso pocos tengan certeza de dónde terminará la aventura cívica del momento. Por eso, aunque los jueves de Cicig asustan y atraen la atención el día de la revelación, la sociedad pronto asimila los sucesos y los asume como parte de un panorama complejo pero manejable, guardando resignado silencio mientras llega la otra oleada.
DE ALLÍ VIENEN LOS VIENTOS del cambio. Más detenciones, más investigaciones y nuevos acusados —como los del sábado— con el anhelo de lograr merecidos castigos a los desmanes. Todo, porque hemos perdido como nación la capacidad de reaccionar ante lo ilícito y, antes bien, hemos aprendido a incorporar la catástrofe y el absoluto cinismo de los políticos, los funcionarios y los operadores de justicia, como parte lógica de la historia patria. Provoca esperanzas el alto porcentaje de población joven, informada, inmersa en un mundo interconectado al instante en el cual ya las componendas son cada vez más difíciles de ocultar. La corrupción ha causado muchos cambios en diversos países, en especial los de lengua española, y Brasil.
PERO HOY POR HOY NO SE vislumbra liderazgo positivo alguno capaz de generar un nuevo orden sin interferencia de actores externos, lo cual debería ser razón de una profunda preocupación ante los hechos de estos tiempos. No se perciben oportunidades para permitirle al país salir adelante en un corto plazo, porque aunque sin duda hay instancias posiblemente menos contaminadas, al compararlas con los círculos del poder, no hay condiciones para permitirles salir a la palestra y emitir una propuesta válida, capaz de redefinir el rumbo estratégico de la nación. Y no surgen, en buena parte, por el temor a enfrentar a muchos de los elementos hoy causantes de la cárcel del caos actual. En esos beneficiarios de la catástrofe descansa el nefasto empeño de destruir las opciones de nuevos liderazgos no comprometidos.
ESTE CAOS TIENE SU LÓGICA y su explicación. Constituye un preocupante cambio de las estructuras del poder cuyo destino no se conoce ni comprende, a veces por la mezcla de la manera guatemalteca de ser y del temor de tantos años de represión. No se termina de entender quiénes serán los ciudadanos o instituciones con el coraje de salir al rescate de la nación, sin hincarse ante las agendas u operadores políticos cuyo poder surge de las sombras. Poco claro destino, si solo invocamos valores y metas lejanas pero en camino tropezamos una y otra vez ante lo intangible, ante lo ilógico. El cambio seguirá, pero ¿cuál es el país nacido y derivado de la crisis? Alguien saldrá del caos para plantear ese rumbo, necesario y abierto a la participación de todos.