Dicha maniobra nuclear era el tema de conversación en el mundo, por lo que se relaciona a este hecho con el nombre de un fenómeno social que rompió los tabúes de la moda femenina: el traje de baño de dos piezas.
El poder del átomo estaba fresco en la mente de todas las personas cuando el diseñador francés Jacques Heim reveló el 5 de julio de 1946 el más pequeño traje de baño que existía en el mundo en ese entonces: el bikini. Heim junto a Louis Reard diseñaron un traje de baño de menos de un tercio de yarda de tela.
El modelo inaugural del bikini era de algodón plano, con una estampa que muchos podrían considerar como cruel: eran ilustraciones de periódicos con las noticias que movilizaban al mundo, como la de las explosiones atómicas en el Japón. Fue considerada tan indecente que no hubo modelos que quisieran desfilar con ella.
Sólo una bailarina de strip-tease, Micheline Bernardi, se dispuso a hacerlo.
Después de este vendaval poco se escuchó de Reard, que apenas es citado en los diccionarios y enciclopedias de moda. Pero su producto, consiguió ultrapasar la fama del creador.
Los fabricantes norteamericanos se quedaron con la boca abierta, pero no copiaron el modelo. Del otro lado del Atlántico, las mujeres nunca se atreverian, balbuceaban atónitos. Qué poco conocían a su gente.
La historia demostró que estaban equivocados, porque el bikini pegó, y fuerte, en Estados Unidos en la década siguiente.
En los años 1950, las mujeres decidieron pasearse por la playa en bikini, ante la alarma de esposos y padres de familia. Quizá fue un gesto mínimo de rebelión a la sociedad conservadora de la posguerra.
En Brasil, en la playa Ipanema, la actriz Leila Diniz, fue la encargada de presentar su gravidez ante el asombro de los bañistas en aquel lugar. En esa playa también, usando una creativa y diminuta pieza de baño, Heloisa Mendez se convertiría a sus 14 años en la musa inspiradora de la versión Bossa Nova que haría de ella La chica de Ipanema.
Allí también la modelo Rose de Primo mostró al público la tanga, aún más pequeña que el bikini. Esta pieza revolucionaría a la juventud carioca, siendo la precursora de un modelo aún más atrevido: el conocido como hilo dental. Las exhibiciones de la escasa prenda fueron motivo de escándalo: la sociedad no concebía semejante osadía en la ropa de playa.
Lucha moral
Considerado indecente desde sus primeras exhibiciones, el entonces presidente brasileño Janio Quadros prohibió el uso del bikini en todo el territorio nacional. Lo mismo sucedió en Portugal. El mismo Papa Pío XII acusaría a las que los usaban como descaradas.
A pesar de estas primeras prohibiciones, las mujeres con el uso del bikini lograron demostrar que tenían el derecho a usar lo que quisieran, lo que les garantizaría en con los años un espacio en la sociedad que a menudo las marginara sólo por su condición de mujer.
El bikini era una forma de representar la libertad de usar una ropa, que por muy atrevida que pareciera, fue desde entonces la preferida por muchas mujeres alrededor del mundo.
Antecedentes
A pesar del impacto, la creación de los franceses no fue como descubrir la pólvora. En los siglos IV y V, mujeres del sur de la península itálica y en la cortada costa helénica usaban modelos muy parecidos, aunque con piezas superiores más grandes y piezas inferiores más pequeñas. Lo curioso es que estas piezas no se destinaban al baño de mar (que todos tomaban desnudos), sino a la gimnasia.
Fue Monsieur Maillot, quien al inicio del siglo XIX, creó algo más aproximado al traje para la playa que conocemos hoy. El jersei de lana o en seda tricortada, el traje de baño era comfortable y posibilitaba movimientos ágiles.
Sólo a partir del siglo XX, en los años treinta, con Hollywood, fue cuando ese traje se glamorizó. Las estrellas del cine eran publicidad en vivo de marcas de bikinis que hicieron fortuna como Catalina, que vestía a las “misses”; Jantzen, Rose Marie Reid y otras.
La moda del bikini tuvo su apogeo en los años sesenta, cuando los valores morales, las costumbres y la televisión espantaron para siempre cualquier indicio de puritanismo. Las primeras manifestaciones de este apogeo fueron el abuso del bordado inglés y el uso del brassiere de media copa.
El clima se acentuó con la canción del bikini amarillo. El traje se comercializó a gran escala, agotándose rápidamente todas sus versiones. La influencia de Brigitte Bardot fue notable y el bordado inglés pasó a identificarse con el bikini y la diosa rubia francesa.
Ya en los ochenta, la tanga empezó a ganar importancia, al mismo tiempo que la pieza superior del bikini la perdía, con el ingreso de los topless.
Ahora existe una gran variedad: hay colores intensos, atrevidos, estampados, florales, étnicos y la imaginación se queda corta para una pieza que revolucionó las prendas de vestir femeninas.