EDITORIAL
Seguros efectos del asesinato de Lima
Conforme los ciudadanos conocen o recuerdan la agitada vida del capitán Byron Lima, se evidencia la verdadera realidad, no solo del sistema carcelario del país, donde es un hecho que las autoridades ocupan un lugar secundario, sino de la casi increíble forma en que funciona el Estado de Guatemala.
Las autoridades simplemente no tienen la capacidad de mantener el control ni siquiera en una cárcel cuya importancia en el ámbito de las prisiones es indudable y ha sido escenario de numerosas acciones criminales que envían con claridad un mensaje de temor a los ciudadanos.
Otro elemento de análisis que evidencia un poder prácticamente omnímodo es el de las actividades protagonizadas por Lima, que incluían imágenes en sus redes sociales para promocionarse como aspirante a la Presidencia pero también visitas de figuras políticas.
Entre ellas se encuentran Otto Pérez Leal, el hoy presidente Jimmy Morales, así como Ricardo Méndez Ruiz, de la tan controversial Fundación contra el Terrorismo, y aun en las que aparece junto a Álvaro Arzú, cuando le sirvió en el Estado Mayor Presidencial, entre otros muchos que llegaron a verlo para hacerle solicitudes como pedirle que actuara de tal manera que no causara molestias a quien, de proponérselo, habría provocado incomodidades muy serias. Las fotografías publicadas se convierten en pruebas de encuentros y visitas.
Una de esas imágenes, donde aparece con Otto Pérez Molina, evidencia una antigua relación, porque ambos pertenecieron al Estado Mayor Presidencial. Por eso vale la pena investigar más lo expresado por el expresidente cuando afirma que Lima estaba purgando un crimen que no cometió. Esto, poca duda cabe, tiene muchas razones para provocar el conocimiento de verdades ocultas y enterradas con el paso de los años.
Es obligado analizar y llegar a conclusiones válidas acerca de las causas por las que personas como Byron Lima pueden convertirse en centros personales de poder e influencia que les permite convertirse en mandamases despóticos y absolutos, muy al estilo de los monarcas franceses del siglo XVII.
Igualmente se deben investigar a fondo las relaciones de Lima con el financiamiento de partidos y candidatos, con la asesoría entre bambalinas que de hecho daba al sugerir nombres de personas, muchas de ellas cuestionadas, para dirigir puestos claves e intermedios, a fin de asegurarse beneficios de todo tipo, como salidas extrajudiciales, fiestas, visitas de mujeres, actividades comerciales dentro de la cárcel y, sobre todo, un verdadero ejército de guardaespaldas. Una penosa situación que ninguna autoridad ha podido corregir y mucho menos controlar.
Si las autoridades no luchan por recuperar el control de los presidios, además de postergar un cambio beneficioso para la sociedad, dentro de muy poco tiempo un nuevo capo será el todopoderoso y todo volverá a la nefasta “normalidad”. El Estado, independientemente de quién sea el mandatario, seguirá siendo un territorio donde reine la ley de la selva. Por esto el sistema carcelario, en general, solo será una escuela de perfeccionamiento del crimen cuyos “graduados” asolarán a la sociedad.