PLUMA INVITADA

Ciudades Espejo

|

Explorar en campo, con espíritu investigativo, vecindarios estadounidenses donde nuestros paisanos han construido reflejos de sus comunidades es, en mi experiencia, descubrir la profundidad guatemalteca elevada a su máxima expresión. Caseríos remotos, expulsados y vueltos a construir, en lejanas tierras del Tío Sam. Poblados reflejo, a los que llamo Ciudades Espejo.

Escribo esto hoy, con motivo del reportaje publicado por Revista D el domingo 31 de julio recién pasado, que mostró algunos de los resultados de mi estudio en campo sobre diásporas guatemaltecas, y que muestra un ángulo que el país se niega a abordar para abordar su problemática migratoria, que a diferencia de países vecinos está definida por nuestra diversidad étnica.

Descifrar en 2008 los fenómenos asociativos que forman estos poblados me requirió romper el estereotipo del “migrante chapín”, aquel citadino que vemos en spots de marcas nacionales, sonriéndonos desde Los Ángeles o Chicago. Inicié explorando los pueblitos victorianos de la península de Delaware, donde vi que, en un primer poblado, el 60% de los guatemaltecos eran originarios de Tacaná, mientras que en el siguiente, el 55% vendría de Concepción Tutuapa. Dos municipios vecinos en San Marcos, pero que principalmente comparten el idioma mam. Recorrer Delaware y sus vecinos Maryland y Virginia tomó dos años.

De eso obtuve dos premisas: una, que en ciertos pueblos estadounidenses, alejados de grandes ciudades, se encuentran colonias nutridas provenientes de un mismo municipio, o grupo de municipios, frecuentemente asociados por idioma originario. La otra, que esta forma asociativa es exclusiva de migraciones indígenas guatemaltecas, y no tanto de ladinos guatemaltecos, ni de países vecinos, quienes parecen inclinarse por ciudades más grandes como Washington o Nueva York. De dichas premisas lancé como hipótesis que la pertenencia indígena puede ser el elemento determinante en la selección del destino migratorio guatemalteco, y como reto quedó comprobar si lo encontrado en esos tres estados se replicaba en otros donde hubiera colonias guatemaltecas.

Entre 2012 y 2014 inicié la comprobación del patrón en Florida, documentando vecindarios de las 22 ciudades donde encontré presencia guatemalteca. De manera fascinante, el modelo se replicó, solo que trasladado a una mayoría huehueteca, que compartía varios idiomas y culturas. De ahí siguieron otros 27 estados que me permitieron armar los únicos mapas que conozco sobre etnicidad e idiomas mayances en Estados Unidos.

Todo esto me fue posible por la acuciosidad por la observación de fenómenos sociales heredada de mi padre, el antropólogo Jorge Solares, quien empuja a ver más allá de lo aparente, y motivado por la demanda de intelectuales de su generación, que exigen un estado más igualitario, realmente perfilado hacia la población que lo habita. Comparto esto porque mientras se desatienda esta aproximación, continuará el enorme abismo existente entre las poblaciones migrantes y una red consular que consideran lejana e impropia.

ppsolares@gmail.com

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: