De familia humilde, Mateo Flores mantuvo siempre como un grato recuerdo el día que llegó a Guatemala procedente de Boston. Miles de personas le dieron la bienvenida en una caravana que finalizó en el estadio que actualmente lleva su nombre.
El Maratón de Boston fue la competencia que lanzó a la fama a Mateo Flores, quien seis años antes consiguió su primera medalla en el ciclo olímpico, al dominar el Medio Maratón de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Colombia 1946, y los 10 mil metros planos; una proeza titánica, por tratarse de dos eventos exigentes.
En 1950, en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, celebrados en Guatemala, Flores siguió con su dominio y se volvió a colgar la medalla de oro en el Medio Maratón y los 10 mil metros planos.
Mateo Flores fue un atleta que lo dejó todo por Guatemala. Su máxima motivación fue siempre representar de buena manera al país. En las innumerables entrevistas, a las que muy atento accedió, no se cansó de repetir que “los atletas corrían por amor a la patria y no por dinero”.
Helsinki lo vio correr
Flores no se cansó de darle kilómetros a las piernas, y eso lo llevó a participar en los Juegos Olímpicos de Helsinki, Finlandia, en 1952; el mismo año que ganó el Maratón de Boston, finalizó en el puesto 22.
Junto a él también corrió en Helsinki Luis Humberto Velásquez, a quien consideraba su buen amigo, pero este no concluyó la competencia.
A escala nacional, el legendario atleta dominó las competencias en el asfalto y lo demostró en la Max Tott, la carrera más antigua del país, la que ganó en siete ocasiones entre 1943 y 1955.
En las páginas de la historia del deporte guatemalteco también quedará grabado el nombre de Mateo Flores como el primer atleta en conseguir una medalla de oro en Juegos Panamericanos, en las justas de 1955 en México, al ganar el Maratón con un tiempo de 2 horas, 59 minutos, 9 segundos.
Sin embargo, una de sus mejores marcas fue la de Boston, al registrar 2 horas, 31 minutos, 53 segundos.
Imborrable marca
Flores, que tuvo el privilegio de llevar el Pabellón Nacional durante la inauguración de los Juegos Olímpicos, Helsinki 1952 —primera vez que Guatemala asistió a las justas—, también se desarrolló como profesor de Educación Física, además de convertirse en entrenador.
Luego de su retiro, su figura permaneció como una de las más influyentes dentro del ámbito deportivo y una referencia para diferentes ámbitos de la sociedad guatemalteca.
En el estadio que lleva su nombre vivió importantes momentos, como el encender el pebetero de los Juegos Centroamericanos de 1986 y ser el primer corredor en la pista sintética del mismo, cuando esta se inauguró en 1996.
Vida humilde
Desde que vio la primera luz en 1922, en la Aldea Cotió, Mixco, hasta el día de su fallecimiento en su vivienda —en la calzada que fue bautizada con su nombre, que será recordado por siempre—, Doroteo Guamuch Flores dedicó su vida a correr y a luchar, no solo contra el cronómetro sino frente a otras dificultades, para tener una mejor vida junto a su familia.
Su existencia, dedicada al deporte, principalmente al atletismo, aunque la combinó con el futbol y brevemente con el golf, le llevó a alcanzar logros que a la fecha forman parte de las hazañas más importantes del deporte nacional.
La vida de don Mateo transcurrió entre el sacrificio de trabajar en diferentes lugares —como la empresa textil Mishan y Vila o el Mayan Club de Golf, como caddy—, para poder sostener el hogar que compartió junto a María Luisa Cifuentes y sus hijos.
Lo anterior obligó a que sus entrenamientos fueran por las noches y a sacrificar diferentes aspectos de su vida para mejorar su rendimiento, incluso sin usar calzado en varias ocasiones.