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Luciana y su lucha contra la pobreza y la epilepsia

Entre las decenas de pacientes que cada día acuden a la consulta externa del Hospital General San Juan de Dios destaca la determinación de una madre y su hija, que en voz baja comentan sus preocupaciones en su idioma natal, kakchiquel.

Luciana y su hija regresan a su casa, en San José Nacahuil, luego de otra fallida cita en el Hospital General. (Foto Prensa Libre: Estuardo Paredes)

Luciana y su hija regresan a su casa, en San José Nacahuil, luego de otra fallida cita en el Hospital General. (Foto Prensa Libre: Estuardo Paredes)

El solo hecho de viajar a la ciudad para estar a tiempo en el hospital, es una hazaña. Entre montañas, riachuelos y veredas, caminan en la oscuridad de la madrugada madre e hija unos cinco kilómetros, hasta llegar al casco urbano de San José Nacahuil, para abordar el bus y empezar el recorrido en búsqueda de salud.

Luciana Tepén Pixtún, de 43 años, y su hija de 17, salieron con el objetivo de  continuar con el tratamiento médico de la menor.

La hija de Luciana padece de epilepsia: enfermedad cerebral crónica que se caracteriza por convulsiones recurrentes. Episodios breves de movimientos involuntarios que pueden afectar a una parte del cuerpo o a su totalidad, y a veces se acompañan de pérdida de la consciencia.


En las bancas de espera, de la consulta externa del Hospital General la espera es larga, cerca de 300 personas buscando atención médica. La menor abraza a su madre en el corredor de consulta externa, mientras espera su turno.

Solo llegar al hospital representa un gasto de Q25 para Luciana, sin embargo el presupuesto no les ha permitido comprar la medicina y pagar la resonancia magnética que ordenó el médico, la que tiene un costo de Q800.

Nuevas vidas, nueva esperanza

La familia Tepén vive una época con sentimientos encontrados, por un lado está la preocupación por la enfermedad de la menor, la falta de comida en el hogar, escasez de dinero y a esto se suma el embarazo de la madre y también la hija. Luciana tiene ocho meses de embarazo y su hija siete.

Para Luciana es su octavo hijo, su hija se estrenará como mamá en octubre. El embarazo de la menor es producto de una precoz relación con un adolescente de 15 años, de la misma aldea.

“No le hemos pegado. Mi esposo dijo que no le pegáramos porque nada evitamos con eso. Ella quedó embarazada y ahora debemos velar porque ese bebé esté contento. El muchacho que embarazó a mi hija es un patojo de la aldea, él tiene 15 años”, indicó Luciana.

Finalmente llegan con el médico, sin embargo la odisea del viaje y la larga espera es en vano, la cita es reprogramada porque Luciana no lleva los exámenes requeridos, otro día más perdido y con él un poco de esperanza. Madre e hija comienzan el recorrido de regreso, a la vieja casa familiar, de adobe y sin agua potable, a 23 kilómetros de la capital.

Al salir de la consulta externa del hospital, Luciana continúa desafiando a la penuria. Es medio día, ella y su hija no han almorzado, y aún debe pagar Q15 de pasaje en autobuses urbanos y extraurbanos  para regresar a casa.

“No pudimos conseguir el dinero –Q800- para hacerle la resonancia en el lado izquierdo del cerebro, ni la medicina de mi hija pude comprar –el costo de Q200-, menos ajustar para el examen. Los de servicio social del hospital nos hicieron una carta y el laboratorio decidió bajar de Q2 mil a Q800 el examen, pero no hay dinero”, explicó Luciana.

El equipo de Prensa Libre acompañó a Luciana y su hija hasta su hogar, no sin antes acreditar la identidad del reportero, fotógrafo y piloto, luego que la madre admitiera desconfianza por el ofrecimiento.

“Disculpen, pero así como están las cosas, cuesta creer en la gente. Se escuchan muchas cosas, hay tanta maldad, y nosotros no nos metemos con nadie. Mire lo que paso en San José Nacahuil, los mareros mataron a tantas personas –en septiembre del 2013, hubo 11 víctimas mortales-“, justificó Luciana.

Las batallas diarias

El calvario de Luciana y su hija adolescente no termina ahí, en la vivienda esperan sus otros seis hijos que protagonizan una preocupación más en la cabeza de Luciana. “Ojalá hayan comido algo” se decía durante el viaje.

Cerca de San José Nacahuil, ya en el último tramo carretero, de terracería, un episodio epiléptico afectó a la menor.

Luciana abrazó a la menor, agarró una toalla y empezó a soplar su rostro. Cara a cara, allí estaban Luciana, su hija y la enfermedad,  “Mamita, abrí los ojos. Ya va a pasar mamita, tranquila”, decía Luciana, a lo mejor a sí misma.

Nadie en el vehículo sabía cómo asistir a un epiléptico, fueron tres largos minutos en los que solo la madre abrazaba a la hija, como arrebatándosela a la misma enfermedad, sobre el cuarto minuto la joven comenzó a recuperarse y devolvió el abrazo a la madre.

Desde el centro de San José Nacahuil se identifica el estrecho camino de cinco kilómetros a recorrer a pie, hasta la vivienda de la familia Tepén, una de las muchas residencias, en las mismas condiciones de pobreza del lugar.

Frijoles, tortillas y esperanza

Cinco niños escuchan llegar a Luciana y salen a su encuentro: “Mami, mami, mami”, se escucha. El sexto hijo, el mayor, no mostró mucha emoción, estaba en la cocina con unas tortillas, sacando frijoles de una olla. El adolescente de 12 años terminaba de almorzar.

El menú del día y muy probable de la semana, eran frijoles, unos huevos y tortillas.

El esposo de Luciana es agricultor y recibe Q40 al día, dinero que debe distribuir en gastos familiares y alimentación de nueve personas y una más, que en septiembre reclamará atención.

“Lo que hago para que el dinero y la comida rinda, es comprar Q8 de pan cada mañana, y hago café o atolito de masa, con eso la pasamos, comemos, nos llenamos y seguimos. Para el almuerzo hago frijoles, en la cena si nos va bien –depende de lo que haya ganado el esposo- comemos frijoles crema y huevos”, relató Luciana.

Los problemas económicos son la constante en la familia, sin embargo Luciana busca cómo ayudar a su hija, sobre todo cuando cruza por un episodio epiléptico.

La familia se aferra a una pequeña esperanza y encontrar la cura de la epilepsia, mientras preparan el estrecho lugar para recibir al octavo hermano y el primer nieto de la familia.

La familia Tepén carece de mucho, pero sobra esperanza, si usted desea ayudar a esta familia puede hacerlo directamente a la cuenta de Luciana Tepén Pixtún, en la cuenta 4595027520 del  Banco de Desarrollo Rural.

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