Cada vez que ella regresaba a Buenos Aires, encontraba al mismo perro esperándola, ávido de paseos y golosinas.
Sievers dijo el viernes que su fan cuadrúpedo probablemente “buscaba un amigo humano”.
Tanta obstinación perruna tuvo su premio el mes pasado, cuando Sievers se llevó el perro a Alemania y lo bautizó como Rubio.
La activista por los derechos de los animales dice que está encantada por la reacción que despertó su relato en las redes sociales y que espera que esto aliente a otros a adoptar perros abandonados.