EDITORIAL

Castro es ahora un nonagenario

Fidel Castro cumplió noventa años el viernes. Este hecho permite hacer consideraciones acerca de un personaje histórico odiado y amado con similares intensidades y obcecaciones por su generación en el continente americano y por quienes ahora tienen más de sesenta años, pero visto con una mezcla de curiosidad histórica que es más fuerte conforme se reduce la edad de quienes deseen conocerlo y analizarlo.

Lo más notorio de esta fecha es que señala un factor recordado por pocos: hace casi diez años exactos, una grave enfermedad lo expulsó del mando de Cuba, que quedó en las manos de su hermano Raúl, quien a todas luces carece de las características personales de quien encabezó la revolución triunfadora en 1959. Ha habido algunos cambios, pero todo está igual en cuanto a la aplicación férrea y sin piedad del sistema comunista, por ello antidemocrático e irrespetuoso de los derechos humanos de la población, en especial de quienes disienten del dogma oficial.

Fidel Castro, a causa de los problemas de salud debidos a su avanzada edad y al sempiterno secreto que rodea a todo lo referente a su vida, ha desaparecido paulatinamente de la escena. Por un tiempo publicó columnas de opinión en la prensa oficial, y ahora no se sabe mucho de su pensamiento respecto a hechos impensables hasta hace poco tiempo, como la reanudación de relaciones con Estados Unidos. Esto, desde la perspectiva del régimen cubano, constituye una claudicación estadounidense porque se mantuvieron sin cambios todas las acciones políticas totalitarias y ahora los cruceros y los turistas ayudan a la economía del país, junto con algunas acciones incipientes a favor de las pequeñas empresas privadas.

El actual es un mundo post principio de este milenio, con sus casi increíbles cambios sociales, económicos, tecnológicos y sobre todo de las nuevas amenazas políticas internacionales a causa de movimientos teocráticos, y con el populismo a punto de triunfar en Estados Unidos, así como graves riesgos para la unificación económica del mundo occidental. Es en este ambiente en el que están creciendo quienes nacieron en los últimos 37 años, cuando terminó la Guerra Fría, concepto lejano, desconcertante o desconocido incluso en países como Guatemala, ensangrentados por muchos años.

Es en este contexto donde se debe comprender que las acciones de Fidel Castro, casi todas reprochables e imperdonables, lo convierten en una curiosidad histórica viva. Ya su tiempo terminó, e incluso la supervivencia del castrismo sin él, ahora dirigido por su hermano Raúl, solo mantiene vivo el interés casi morboso de conocer cómo será Cuba sin ambos, con un incipiente sistema capitalista y con la explosión de sordas tensiones políticas en el aquelarre político de sus conmilitones.

Lo expresado hoy no tiene un fin peyorativo o laudatorio. Solo desea señalar que la Historia se convierte en el gran juez. Los hechos deben ser analizados y calificados en su contexto, a fin de llegar a mejores veredictos. Fidel Castro ha tenido el dolor de ver que pertenece al pasado y por ello haber sobrevivido a tantos de quienes compartieron importancia con él, cuando lo era, tiene en realidad menos motivos de satisfacciones personales y muchos más de decepción, de arrepentimiento o de lamentaciones.

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