La mandataria también aseguró que no teme a las posibles hostilidades de sus adversarios políticos, algo que prevén muchos de sus simpatizantes, que no quieren verla por eso en la Cámara alta durante el juicio.
“Nunca tuve miedo de eso. Aguanté tensiones mucho mayores en mi vida. Es un ejercicio de democracia”, aseguró Rousseff.
El juicio político para la destitución (“impeachment”) de la mandataria debe empezar el próximo 25 de agosto, poco después de que terminen los Juegos Olímpico de Río de Janeiro. Se estima que el Senado podría dar su veredicto final más o menos una semana después.
La destitución de la primera presidenta mujer de Brasil, en el cargo desde 2011, parece cada vez más probable. El Senado, que ya la suspendió de sus funciones por seis meses en mayo con una clara mayoría, votó hace una semana a favor de poner en marcha el juicio definitivo.
Si se repite el voto de la semana pasada, cuando 59 senadores votaron contra Rousseff y sólo 21 a favor de que se suspenda el juicio, la presidenta habrá perdido definitivamente el cargo. Para la destitución es necesaria una mayoría de dos tercios.
Rousseff volvió a lanzar el martes un intento de frenar su destitución ofreciendo en una carta abierta celebrar un referéndum para decidir sobre la celebración de nuevas elecciones, en caso de que pueda volver a sus funciones.
Si Rousseff es destituida, su vicepresidente, Michel Temer, seguirá en la jefatura de Estado, que ejerce de forma interina desde mayo, hasta los comicios regulares previstos para 2018.
Rousseff califica a Temer de “usurpador” y “traidor” después de que su ex socio político apoyara el juicio político en su contra.