En promedio, las corrientes de agua tienen una reducción de caudal de 30 por ciento en comparación con la cantidad de líquido que fluía el año último, y si se compara con el del 2008, la disminución es de 40 por ciento.La preocupación de los habitantes de la provincia tiene sustento, pues en Huehuetenango, por ejemplo, Sánchez confirma que hay algunos ríos con reducción del 75 por ciento de su caudal. “De repetirse esos fenómenos, Guatemala podría perder para siempre muchos de sus ríos, porque si se pierde el entorno ecológico de los afluentes, empezarán a degradarse hasta extinguir el caudal”, asevera Sánchez.
Lo peor, sin embargo, está por venir, porque este año el invierno empezará tarde, aproximadamente a mediados de junio —con un “falso invierno” en mayo—, lo cual tendrá repercusiones en la vida de los pobladores de todo el país.
Las causas
La tala y la falta de cultura forestal están haciendo estragos en las comunidades, según conclusiones de varios expertos.
Josué Morales, gerente general del Instituto Nacional de Bosques, expresa que el uso principal del agua es para consumo humano, y luego la utilizan la agricultura y la industria.
“Hemos hecho estudios en las cuencas, y cada una tiene sus zonas de recarga hídrica; por ello, la importancia de conservar bosques, porque son productores de agua”, expresa Morales.
José Miguel Leiva, coordinador de la Unidad de Combate de la Desertificación, de las Naciones Unidas, señala que los ríos se secan porque no tienen cobertura arbórea en sus riberas, no retienen humedad en el suelo y los rayos solares impactan sobre el agua, evaporándola más rápido.
“Efectué un recorrido por varias cuencas hidrográficas, y pude ver que en muchos casos el caudal de los ríos bajó en 70 por ciento, y en ellas no había cobertura arbórea”, agrega.
Gerardo Paiz, subsecretario ejecutivo del Consejo Nacional de Áreas Protegidas, afirmó que la deforestación, los incendios forestales y el cambio climático, todos producto de la acción del hombre, están causando esa pérdida en los afluentes.
Paiz enfatizó que el 65 por ciento del país ha sido deforestado, lo cual impide retener la humedad en el suelo y que cuando llueve el agua no se filtre a los mantos subterráneos, sino que se escurra hacia el mar.
Marvin Alfonso Romero, hidrólogo, señaló que la deforestación en la cumbre María Tecún, entre Sololá y Totonicapán, afecta la producción de agua, porque esos bosques forman parte de una zona de recarga hídrica.
En la aldea El Rosario, Champerico, Retalhuleu, los vecinos han expresado que por esa zona los ríos ya no tienen mucha agua y que en los próximos días se pueden secar totalmente. Afirman que aguas arriba hay mucha deforestación.
El río Xayá Pixcayá también presenta problemas por deforestación en gran parte de su recorrido.
Otra causa apuntada por los campesinos es el desvío del caudal hacia fincas agrícolas o de ganado, aunque en la Fiscalía del Medio Ambiente se informó que no tienen denuncias recientes al respecto.
Vecinos de Coatepeque, Quetzaltenango, afirman que el río Pacaya tiene poco caudal, porque algunas empresas agroindustriales desvían los afluentes para riego de sus plantaciones.
En Escuintla, el río Guacalate —que pasa por la cabecera departamental— y el río Achiguate —que atraviesa Siquinalá— son desviados por finqueros para riego de cultivos, lo que causa escasez de líquido en la parte baja del departamento, se quejó Genaro Apolinario, agricultor.
Alfredo Sandoval, alcalde de Jalapa, dijo que los agricultores desvían el afluente del río Jalapa para riego, y que el nivel del caudal para abastecer a esa ciudad es, en este momento, crítico.
Consecuencias
Ante la escasez, lo que ahora brotan son problemas. Pedro Saloj Quisquiná, alcalde de Sololá, afirma que debido a la baja en los caudales, se ha tenido que racionar la distribución del líquido.
El río Jupilingo, en Camotán, Chiquimula, tiene 60 por ciento menos de su caudal y los vecinos temen más impactos negativos en el Corredor Seco.
Ciento sesenta familias de la aldea San Jorge, Sacapulas, Quiché, temen sufrir escasez de alimentos debido al bajo caudal del río Negro o Chixoy.
Los vecinos señalan que además de la deforestación, la extracción de arena en el cauce lo está secando, y con ello también se amenaza la generación de electricidad de la hidroeléctrica Chixoy.
De hecho, ahora esta genera menos del 50 por ciento de su capacidad, debido al bajo embalse. Al 16 de febrero, la hidroeléctrica, que abastece el 20 por ciento de la demanda nacional, generaba solo 2.9 gigavatios/hora al día, cuando su capacidad diaria es de 6 gigavatios/hora.
Hugo Caal, alcalde de Tactic, Alta Verapaz, agrega que, además de la baja de los afluentes, los ríos Cahabón y Polochic están tan contaminados que los pobladores ya no se abastecen de ellos.
Pequeños riachuelos en la cordillera Alux, Mixco y San Juan Sacatepéquez también se convirtieron en cauces de aguas servidas.
Baja en la producción
Otro efecto negativo predecible se producirá en las cosechas, pues la falta de agua de hoy, y la posibilidad de un invierno tardío, afectará la actividad productiva de los campesinos.
El panorama, pues, no es alentador para todos, aunque en el Insivumeh se prevé un impacto mayor en las regiones que ya tienen dificultades para conseguir alimentos, tanto en el oriente como en el occidente del país.
Autoridad se diluye
Algunos problemas para la protección de las cuencas hidrográficas se producen debido a la dispersión de los controles estatales.
Nadia Mijangos, coordinadora de recursos hídricos del Ministerio de Ambiente, señala que al menos 22 instituciones estatales están vinculadas al problema del agua, y aunque tienen funciones específicas, hay vacíos legales, lo cual hace necesaria una entidad rectora.
Ecologistas señalan que hay intereses muy fuertes para evitar una ley de aguas, al extremo de que no hay un inventario de pozos privados en el país.
Tampoco hay exigencia para que las comunas y proyectos privados tengan plantas de tratamiento de aguas residuales.
Caroll Ríos, experta en el área ambiental del Centro de Estudios Económicos y Sociales, señala que mucho del daño causado a las fuentes de agua es derivado de que no hay claridad en los derechos individuales y colectivos sobre ese recurso y que, en consecuencia, todos se sienten con derecho al acceso al agua, pero nadie con responsabilidad para cuidarla.
La experta señala que la centralización de la administración del recurso hídrico no es la solución, porque en otros países hay experiencias exitosas de manejo comunal de cuerpos de agua y de asociaciones de pescadores deportivos que compran los derechos de un río y lo protegen de la contaminación o de los desvíos.
En lo que todos los entrevistados coinciden es que urge un modelo para proteger este recurso vital, antes de empezarlo a perder irremediablemente.