Revista D

Así era Guatemala hace más de 95 años

Un viaje retrospectivo  por la Ciudad de Guatemala de 1921, cuando se cumplió  el primer centenario de la Independencia. 

Este edificio se construyó con materiales ligeros, entre junio y septiembre de 1921, para ser sede de las galas protocolarias del centenario de la Independencia. El pueblo lo bautizó como el Palacio de Cartón. A causa de un cortocircuito se incendió el 7 de abril de 1925. Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL.

Este edificio se construyó con materiales ligeros, entre junio y septiembre de 1921, para ser sede de las galas protocolarias del centenario de la Independencia. El pueblo lo bautizó como el Palacio de Cartón. A causa de un cortocircuito se incendió el 7 de abril de 1925. Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL.

Imagine por un momento pasear en alguno de los escenarios que se muestran en estas páginas, en esa Guatemala de hace 95 años (1921), justo una centuria después de la firma del acta de Independencia.

Era la época en la que apenas había automóviles, los cuales estaban destinados exclusivamente para la gente con muchísimo dinero. En cambio, aún predominaban los elegantes carruajes jalados por caballos. La mayor parte de la red vial aún era de tierra, por lo que se levantaba una tremenda polvareda en los tiempos de sol, mientas que se hacía un lodazal cuando llovía.

La capital era sumamente tranquila, con decir que solo residían 116 mil habitantes —en el departamento de Guatemala había 216 mil 807, mientras que en todo el país apenas sobrepasábamos los dos millones de almas—. Eso, según el censo levantado justo en 1921.

Eran tiempos en los que uno se encontraba con una dama y, en vez de chiflarle y decirle un manojo de groserías, se le saludaba  “buenas tardes” y a la vez se levantaba el sombrero por cortesía.

Los señores vestían a diario con pantalón de tela, corbata y saco. No lo hacían porque fueran ricos o pobres, sino porque así era la moda. Incluso, los “brochas” —ayudantes de bus— iban colgados de las puertas pero bien “entacuchados”. Es en serio. Si no lo cree, hay un video en YouTube que lo comprueba. Es de la década de 1930.

Las damas ladinas lucían vestidos largos y a veces abultados. Cuando debían asistir a alguna gala se ponían uno confeccionado con tela de seda y adornos de blonda. Las pecheras, impecables.

El Gran Almacén de Modas y Novedades Fémina, propiedad de doña Julia Uberschaer, garantizaba que sus productos eran de la moda reinante en París. Ofrecía “ropa interior, cosida y bordada a mano. Corsés de verdadera ballena y de corte cómodo y elegante” (Libro Azul, 1915). También tenía trajes, abrigos, faldas para señoras y niñas, sombreros, géneros, adornos, chalinas, guantes y sombrillas.

En general, la moda estaba con los ojos puestos en París. Las tiendas ofrecían jabones y sombreros, pañuelos y perfumes, vestidos y sombrillas. Todo parecía voltear hacia el faro de luz procedente, por barco, de aquellas tierras.
Los indígenas, sin embargo,   solían caminar descalzos, pues los zapatos eran excesivamente caros para sus bajos ingresos.

Los periódicos de entonces publicaban listas de libros “solo para hombres” (anuncios de librería Lumen), entre los que se encontraban El Satiricón, Dafnis y Cloe, El pícaro oficio y Las noches de un botánico, mientras que a las mujeres se les advertía sobre los peligros de la cartomancia: “La practican casi siempre mujeres que han aprendido su arte en el paulatino descenso de su vida moral por trastiendas de restaurantes y sitios prohibidos; cuando les ha pasado su época de atracción y devaneos, cuando están en el otoño de su manoseada hermosura” (El Imparcial, julio de 1925).

En cuanto a economía,  “las clases dominantes dependían de la exportación del café; los alimentos los producían los campesinos, tanto indígenas como ladinos, pero principalmente los primeros (…) El sistema se basaba en el trabajo forzoso y el trabajo por deuda o peonazgo” (Richard N. Adams en su estudio La epidemia de influenza de 1918-1919).

Para agravar, la tasa de analfabetismo nacional alcanzaba el 88.8 por ciento.

Entretenimiento

Las actividades de ocio de los capitalinos se centraban en las visitas a las exclusivas tiendas ubicadas en la Calle Real, hoy Paseo de la Sexta. Cerca de la actual Plaza de la Constitución había de todo para todos; aparte de los comercios se encontraban las distintas instituciones públicas, consulados o legaciones, así como bancos, librerías, boticas, hoteles, mesones, restaurantes, cantinas, sastrerías y talabarterías.

El Teatro Variedades, desde antes de los terremotos de 1917 y 1918, fue uno de los escenarios más famosos donde había operetas, comedias, dramas, zarzuelas y cinematógrafo.

Otro edificio icónico de la época y que aún está en pie es el que está en la esquina donde convergen la 9 avenida y 13 calle, zona 1. Es una casa mudéjar que, para 1921, ya tenía alrededor de 25 años de existencia —se construyó entre 1895 y 1900—.
Fue la sede de la Legación Británica. Ahí, el 19 de julio de 1919 se organizó una fastuosa fiesta para celebrar el fin de la Primera Guerra Mundial. Acudieron distinguidas damas y caballeros, entre ellos un joven guatemalteco de apellido Gerhke, quien había participado de aquella guerra. Dicen las crónicas que su regimiento luchó en las batallas de Salónica, esquivando la contraofensiva turca.

También asistió el aviador Guthrie, quien estuvo en el frente occidental, y peleó en territorio ruso.

Podemos entonces imaginar cómo eran las fiestas de élite de la época, con jóvenes militares pavonéandose frente a tímidas señoritas, con las broncíneas estrofas de la Marcha Triunfal de fondo, para más tarde escuchar las melodías de la marimba, y luego dar paso a un suave y exquisito vals.

Respecto de las clases sociales, según Alfredo Méndez Domínguez (en Las clases sociales, de 1898 a 1944), “al principio de dicho período la sociedad estaba segmentada en tres grandes bloques: la clase alta ladina, gente conocida o “decente”, y los ladinos pobres y los indígenas”.

Otros males

Aunque la delincuencia y la violencia eran menores hace 95 años, existían otros males que aquejaban a los guatemaltecos. En  1920  terminó la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, luego de 22 años en el poder.

Asimismo, hubo una triste y desastrosa Navidad en 1917, por un potente terremoto que sacudió al país y dejó a muchos en la calle. Para agravar la situación, hubo más movimientos telúricos que se prolongaron hasta finales de enero de 1918. Se destruyó la infraestructura hospitalaria y de Beneficencia Pública; el Teatro Colón, el Museo de la Reforma y las estatuas de los cuatro evangelistas de la Catedral. Incluso las mansiones.

La capital, en ruinas

Solo los sectores más acomodados pudieron abandonar los numerosos campamentos  y levantar sus viviendas y negocios en los primeros meses después de los sismos. Los demás siguieron viviendo de forma provisional y miserable durante años.

J. Antonio Villacorta, a mediados de la década de 1920, refiere que aún existían cuatro campamentos con cinco mil 923 habitantes. Franz Termer, en 1929, escribió que en los barrios aledaños a la capital vio “miserables casuchas de tablas, que en su ruinoso estado todavía muestran señales de un terremoto ocurrido doce años antes”.

Pese a ello, 1921 fue el año en que se celebró la mayor actividad deportiva hasta entonces. Se hizo, por ejemplo, una competencia de natación de dos mil metros en el Lago de Amatitlán —sí, cuando sus aguas eran limpias y cristalinas—.
Hubo una gran concurrencia, con espectadores que llegaron desde la capital en tren, carruajes, autos y bicicletas.

El ganador recibió US$100, donados por el presidente Carlos Herrera.

Asimismo, se efectuaron los II Juegos Atléticos Nacionales, que fueron aprovechados por las autoridades para hacerse propaganda.

En tanto, en los Juegos del Centenario de Independencia, en el futbol, la selección nacional llegó a la final contra Costa Rica. La noche anterior al partido hubo un baile, pero los jugadores nacionales se pasaron de copitas. Se cuenta que a la mañana siguiente se les tuvo que ir a despertar. Unos llegaron engomados y otros ni siquiera pudieron ir por el malestar.

Aquel encuentro se perdió 0 a 6. Todo por pasarse de tragos.

Con motivo del cumpleaños número 100 de emancipación también se tenía contemplada la construcción de un nuevo Palacio Nacional, estilo art nouveau, pero los terremotos suspendieron el proyecto.

Sin embargo, sí se quería tener un espacio apropiado para celebrar aquel evento, por lo que se levantó a toda prisa el Palacio Centenario —el cual se muestra en la página inicial de este reportaje—.

La gente le llamó Palacio de Cartón, pues se construyó con materiales ligeros en apenas unos meses, ahí donde hoy está la Concha Acústica, en el Parque Centenario del Centro Histórico.

El edificio se inauguró justo para el 15 de septiembre de 1921. Solo tardó cuatro años, pues fue destruido por un incendio.

Ese mismo día, el diario Excélsior, como homenaje a la patria en su cumpleaños, le dedicó estas líneas: “Consagramos, en este Día de Oro de la Patria, un recuerdo de gratitud y veneración para los ínclitos varones que hicieron de Centroamérica una entidad independiente y soberana”.

En los siguientes días se publicaron las crónicas de cómo se vivieron las celebraciones del centenario en todo el país. Básicamente los calificaron de “suntuosos y resonantes”. Hubo marchas, exposiciones de arte y ganaderas, así como un sinfín de discursos.

Un espacio aparte se lo llevó la nota titulada Los fuegos chinos: “Tuvimos la oportunidad de admirar los magníficos fuegos de artificio, obsequio de la colonia china, con motivo del Centenario. Un numeroso público contemplaba asombrado las imágenes que se formaban en el espacio y aplaudía con entusiasmo a cada nueva figura. La participación de la colonia china, en las fiestas fue del todo brillantes”.

Para cerrar ese año, en diciembre, otro hecho marcó la política del país: el entonces presidente Herrera fue derrocado y entró al poder el general José María Orellana, ese mismo que está en los billetes de un quetzal.

Así era nuestra Guatemala en 1921, cien años después de la separación de España. ¿Habremos cambiado para el 2021, doscientos años más tarde?

En 1921…

– Se celebró el Día del Trabajo por primera vez (1 de mayo).
– La moneda nacional era el peso.
– Surgió la Chabela, símbolo de la Huelga de Dolores sancarlista.
– Se aprobó un artículo relativo al derecho de libre emisión del pensamiento (11 de marzo).
– Desapareció el tranvía tirado por caballos. Se sustituyó por el de motor, alrededor de 1926.

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