MACROSCOPIO
¿Valdría la pena la paz?
Cuando vemos los resultados del proceso de paz y vemos cómo está el país a raíz del resonado acuerdo, vemos una realidad totalmente distinta a lo que se esperaba, los dirigentes guerrilleros no pararon su ofensiva, dejando el camino de las armas se fueron por el camino de fundar Fundaciones, ONG, algunas entidades de análisis político y económico que les han servido de catapulta a muchos de los dirigentes, comandantes o como se les quiera llamar, para incorporase a la sociedad y al Gobierno, pero aquellos que no eran de la línea superior quedaron en el olvido. Hablando con un excombatiente de Chupol, me decía: “¿Y nosotros, qué? Los jefes se partieron el gran pastel y nosotros, ni las migajas, por eso muchos de los compañeros ya emigraron, otros están en bandas de ladrones o de matones y otros, alineados con los narcos. A algunos les dieron tierra. ¿Y para qué? Muchas fincas eran el desagüe o la basura que ya nadie quería y por eso ya la mayoría las abandonaron y ahora son guamiles. Las escuelas no sirven y los maestros están fregados, para llegar a algunas aldeas tienen que caminar hasta tres leguas y dar clases en un salón a 60 niños de seis grados diferentes. Muchos de los niños abandonan la escuela, pues ya no hay transporte que quiera entrar a esos caminos desgraciados que ya ni las mulas pasan”. Esta confesión es patética y refleja la falta de acción positiva de los dirigentes guerrilleros y de todas esas organizaciones que se crearon para reintegrar a los desmovilizados a una sociedad productiva y en paz, algunas de esas entidades solo fueron un botín para sus funcionarios, algunos provenientes de las misma guerrilla.
En un diario español leí un artículo sobre cómo la guerrilla colombiana se está preparando para la paz y transcribo un trozo del artículo:
“En el Frente móvil Franco Benavides del Bloque Occidental, la vida continúa con total normalidad. Aquí los guerrilleros mantienen la misma rutina que antes, durante años, como grupo armado, solo que ahora toman clases a diario para prepararse para la política pos conflicto. Analizan cada uno de los acuerdos negociados y, sobre todo, piensan en su futuro, en cómo serán sus vidas sin uniforme, sin fusiles y si en realidad el pueblo colombiano olvidará las cicatrices de la guerra y les dará la oportunidad de reinsertarse. No han perdido la desconfianza de dejar las armas porque temen ser traicionados nuevamente”.
Allá, la pena es que ellos sean traicionados, quizás por el Ejército o la sociedad misma; al contrario, en Guatemala los traicionados fueron los soldados combatientes, muchos de ellos mutilados, y ahora son juzgados, dejando por un lado los pactado respecto de la amnistía y la reconciliación.
Los colombianos deberían hacer un tour por Guatemala y entrevistas a las partes que estuvieron activas en el conflicto, para no caer en los mismos errores que aquí mantienen viva la confrontación, pues los simpatizantes y correligionarios de los movimientos insurrectos han plagado fiscalías y juzgados, parcializando sentencias.
Aquí se trató de reformar la Constitución por medio de un consulta popular que fue “impopular”, pues fue un proceso totalmente viciado, ya que los supuestos “acuerdos” eran normas sin ninguna base jurídica, alguno de los artículos pretendía violar el artículo 153 de la Constitución: El Imperio de la Ley se extiende a todas las personas que se encuentren en el territorio de la República. Sin embargo, se viola, pues los resarcimientos transgreden parte del Arto. 155, donde expresa: “Ni los guatemaltecos ni los extranjeros podrán reclamar indemnización por daños y perjuicios causados por movimientos armados o disturbios civiles”.
Nos preguntamos si valdría la pena.
induagro@yahoo.com