A los países desarrollados, la UNCTAD les receta una combinación de políticas fiscales proactivas, que incluyan inversión en infraestructuras, así como políticas redistributivas que contemplen salarios mínimos e impuestos progresivos en función de la renta.
Para las economías emergentes, esa agencia de la ONU recomienda reforzar su demanda interna y protegerse política y fiscalmente para poder gestionar las turbulencias exteriores.
“Si el comercio internacional sigue cayendo y si la demanda agregada sigue siendo muy débil, es posible que los países (…) empiecen a cerrarse en sí mismos y a implementar medidas proteccionistas, como ocurrió tras la Gran Depresión de los años treinta”, explicó el economista sénior de la División de Gobalización y Estrategias de Desarrollo de la UNCAD, Alex Izurieta.
Se incurriría así en “una espiral negativa de la que no vamos a poder salir”, añadió el economista uruguayo, quien sostiene que generar un crecimiento estable en el futuro “requiere atender a una serie de elementos que no se pueden dejar solamente en manos del mercado”.
La desaceleración de los intercambios comerciales, señala el informe de esa agencia de las Naciones Unidas, se produce en un contexto de ralentización de las economías avanzadas cuyos efectos están lastrando a los países en desarrollo en la salida más débil de una crisis económica de la que se tiene constancia.
“Una postura estricta en tiempos de rotunda austeridad ha llevado a una de las recuperaciones más débiles registradas ante una crisis económica en muchos países en desarrollo”, dentro de “un período prolongado de lento crecimiento de los salarios que ha llevado a una demanda insuficiente de los hogares y escaso gasto en inversión productiva”, agrega el informe.
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Posible estancamiento
El estudio describe un contexto económico global poco halagüeño, donde el crecimiento en Estados Unidos y de la eurozona se espera que sea solo del 1.6 % al cierre de 2016, mientras que la actividad económica en Japón sigue “estancada”.
A ello se suma la previsible revisión a la baja del incremento del PIB en el Reino Unido tras el voto favorable de los británicos a abandonar la Unión Europea (UE) el pasado junio, aunque es “difícil de predecir cómo de grande será el impacto y sus efectos contagiosos, si es que los tiene”, añaden.
La merma económica de los países industrializados está provocando una “reacción en cadena” en las economías emergentes, que crecerán de media en 2016 un 4 %, es decir, 2.5 puntos porcentuales menos que los valores registrados antes de la crisis económica y financiera que arrancó hace ahora ocho años.
Las diferencias regionales son notables y mientras que los países asiáticos mantienen un crecimiento moderado pero estable que se estima será del 5.1 % en 2016 (frente al 5.7 % de 2008), la región de Latinoamérica y el Caribe ha entrado ya en recesión y su economía se contraerá un 0.2 % de media al cierre del ejercicio, frente al avance del 3.7 % de hace ocho años.
“En los países del este de Asia ha habido una combinación bastante rica de intervención del sector público promoviendo la inversión privada, la creación de empleo y asegurando que el comercio internacional ayude a la industrialización”, agregó Izurieta.
América Latina, sin embargo, sigue “dependiendo de los ciclos (…) en los mercados mundiales y no tiene la capacidad interna para poder sostener choques como lo tiene Asia”.