VENTANA
Francisco, líder mundial
Nunca imaginé que tendría la extraordinaria oportunidad de conversar un momento con el papa Francisco, que, a mi juicio, es uno de los pocos líderes ejemplares en el mundo de hoy. La vida me permitió estar presente en una audiencia general que ofreció Su Santidad, en la magnífica plaza de San Pedro, en la ciudad del Vaticano, el pasado 28 de septiembre. El lugar privilegiado donde me encontraba permitió que pudiera decirle que yo era periodista, que en Guatemala rezábamos por él. Que en nuestro país le admirábamos profundamente por su coraje y liderazgo en este mundo amenazado por el cambio climático, la pobreza, el terrorismo, las guerras que cobran miles de vidas inocentes, especialmente de niños. Su Santidad me escuchó atento, como escucha a todos los que se le acercan. Su mano cálida apretó mi brazo, juntó mis manos, me miró bondadosamente a los ojos y con voz suave y clara me dijo: “¡Escriba mensajes positivos, cargados de esperanza! El mundo lo necesita en estos tiempos difíciles”.
Nunca olvidaré sus palabras. Me dejaron aturdida, como si me hubiera caído un rayo porque, si algo es difícil, es ver la luz en medio de la oscuridad. Pero luego del encuentro que estremeció todas las fibras de mi ser, al punto que me sacó las lágrimas, reflexioné. Francisco “camina lo que habla”. La catequesis que impartió esa mañana brillante de septiembre, en la inmensa plaza enmarcada por la majestuosa Basílica de San Pedro, versó sobre el perdón en la cruz. Se refirió a los dos delincuentes que fueron crucificados junto a Jesús. Uno de ellos le pide perdón, le pide que “se recuerde de él cuando esté en su reino”. Jesús no tardó en responderle: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso.” “Jesús”, dijo Francisco, “en su infinita misericordia nos ofrece un mensaje de esperanza, a pesar del pecado cometido. Dios nos perdona si nos acercamos a Él arrepentidos. Todos somos llamados, ninguno es excluido de su perdón. La Iglesia no es solamente para los buenos o los que parecen buenos o se creen buenos. La Iglesia es para todos, preferentemente para los malos, porque la Iglesia es misericordia”. Su voz resonó en el silencio de la plaza abarrotada de peregrinos.
El papa Francisco es un imán. Atrae creyentes y no creyentes. Predica con el ejemplo. Toma decisiones rápidas y en contextos difíciles como cuando cambió la administración del Banco del Vaticano por señalamientos de corrupción. No se cierra a la modernidad. Su pensamiento es revolucionario. Ha profundizado en temas considerados tabú en la Iglesia, como el celibato, la homosexualidad, el divorcio y, a mi juicio, el más terrible, la pedofilia. Francisco ha expresado que no tolerará el abuso infantil y castigará severamente a los abusadores. Este ha sido uno de los mayores problemas que la Iglesia ha enfrentado en los últimos tiempos.
Francisco ama a los niños. Son el futuro. “Ustedes son mi esperanza”, les dice. Hace pocos meses publicó un libro con el título Querido Papa Francisco. En él responde más de 30 cartas de niños y niñas que le han enviado de todos los rincones del planeta. Mohamed es un niño sirio de 10 años, refugiado en una escuela jesuita. Le pregunta: “¿Volverá el mundo a ser como antes?”. Francisco le responde: “No, cuando llegue el momento, el mundo no será como antes. Será mucho mejor de lo que fue en el pasado”. ¡Apoyar la creación de ese nuevo mundo es lo que nos toca!, cantó el Clarinero.
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