Esta ballena adulta, de 13 metros y 37 toneladas, quedó varada en la playa de la Macumba, en el oeste de la ciudad, en junio del 2014, “probablemente después de haber sido golpeada por un buque, porque le faltaba una aleta”, explica el biólogo marino Marcelo Szpilman, creador de esta nueva atracción bautizada AquaRío.
Hasta ahora, la bulliciosa ciudad costera, que es visitada cada año por casi tres millones de turistas extranjeros y más de seis millones de brasileños, no contaba con un acuario, una deuda que pronto será resuelta.
Ubicado en una zona rehabilitada por los Juegos Olímpicos, en un edificio de cinco plantas, 26 mil m2 y 4.5 millones de litros de agua salada -equivalente a dos piscinas olímpicas- AquaRío “quiere ofrecer al público una sensación de inmersión total”, subraya Szpilman.
La inmensidad del agua de azules claroscuros y una iluminación tenue hacen que el visitante se sienta como si estuviera en el fondo del mar mientras camina por los pasillos que comunican a los 28 acuarios de AquaRío.
El primero está lleno de peces “peligrosos” como la raya eléctrica o el pez león.
Dormir entre tiburones
Pero la atracción principal es un túnel de paredes acrílicas de 20 metros de largo y dos de ancho que dan la impresión de estar inmerso en millones de litros de agua y rodeado de tiburones.
“Tenemos previsto que niños a partir de seis años puedan pasar la noche ahí con sus padres para experimentar la sensación de estar en el fondo del océano”, dice Szpilman.
El visitante también podrá divertirse creando un “pez virtual” que lo seguirá en su viaje entre los colores del acuario. En todos los estanques, habrá pantallas LED que darán información sobre las especies y su hábitat.
En un comienzo, AquaRío exhibirá tres mil peces de 350 especies diferentes, entre ellos una cuarentena de tiburones como el “tiburón nodriza o tiburón gata” (Ginglymostoma cirratum) que puede llegar a medir 4.3 metros y pesar 400 kg. Pero el acuario tiene una capacidad máxima de ocho mil peces.
Szpilman señala que 90% de los animales de AquaRío fueron capturados en la naturaleza y se pescan en la costa brasileña para ser consumidos por la población local.
En ese sentido, el rol de AquaRío es triple: educar, investigar y servir de protección marina.
“Cuando usted acerca las personas a este universo extraordinario, usted despierta en ellas el deseo de preservación”, estima el biólogo, que tomó como modelos el acuario de Lisboa y el de Monterrey, en California.
El agua para el acuario se recolecta con buques en alta mar a la altura de la playa de Ipanema, porque la de la bahía de Río “está contaminada de metales pesados”.
Luego de ello pasa por canalizaciones y es constantemente controlada y tratada, explica Szpilman, un apasionado de los tiburones.
Con el tiempo, AquaRío también alojará un museo del surf, un centro de investigación para la reproducción de especies en cautiverio, sobre todo aquellas en vía de extinción, y un centro de buceo que permitirá nadar entre tiburones.
Incluso se podrá tocar a algunas especies, como la raya, en estanques especiales.
Construido en cuatro años con un presupuesto de unos US$40.5 millones y financiado totalmente por fondos privados, AquaRío funcionará todos los días de la semana y podrá recibir mil personas por hora.
En su primer año, espera recibir un millón de visitantes.